- Marine Le Pen es tan intelectualmente obtusa como su padre. Pero eso no es, en política, un inconveniente. Si lo sabremos nosotros
Gian Lorenzo Bernini lo esculpió, sobre impoluto mármol blanco, entre 1618 y 1619. Sobre su hombro izquierdo, el hombre joven carga con el anciano, a su vez portador de la urna que guarda las cenizas de sus antepasados. Es la transcripción fiel de lo que narra Virgilio en el libro II de la Eneida: «¡Ea, padre querido, pronto…! ¡Sube, te doy mis hombros! ¡Tu carga no me pesa!» Viejo y joven, padre e hijo, son uno en la luz que parece iluminar desde dentro la joya de la Galeria Borghese. Y el visitante romano se siente tentado a pensar en los azares que llevaran a Sigmund Freud a privilegiar, entre los héroes clásicos, al Edipo matador de Layo sobre el Eneas salvador de Anquises. Aunque ambos, en el mito homérico, son lo mismo: la «funesta vejez» que cede ante la impetuosa juventud; también, el juego de las paradojas que esa cesión pone en movimiento.
Marine Le Pen puede hoy saberse casi segura de que será la primera mujer presidente de la que hace ya la quinta de las repúblicas francesas. Se requeriría una hecatombe para que el reparto de votos en esta primera vuelta de las legislativas no determinase el triunfo de su Agrupación Nacional en la segunda, augurándole un feliz horizonte hacia las presidenciales. Sea cual sea la fecha que el actual presidente juzgue la más idónea para convocarlas. Ha cargado durante demasiados años con el pesadísimo patrimonio de un padre, cada apertura de cuya boca le ha supuesto a ella un bofetón de no leves consecuencias. Eneas cargaba con un progenitor de buenísimo talante. El talante de Jean-Marie Le Pen está más allá de descripción que no transgreda el código penal.
Marine Le Pen, demagoga de altísima eficacia, es, como corresponde a su cualificación, odiada por igual que amada entre un electorado al cual su apellido polariza por encima de matices. Hasta ahí, nada que deba un analista juzgar extraño: es la dinámica obligada de todos los populismos. Lo fascinante es que sea hoy su creador –en lo biológico como en lo político– quien con más intensidad la deteste. El trato que el casi centenario padre le dispensa en sus Memorias del año 2019 es, por sí sólo, un tratado de filicidio que hubiera maravillado al patriarca del psicoanálisis. Cito: «Marine tiene ciertas cualidades para hacer política: tiene agallas, decisión, capacidad de respuesta. Pero no tiene confianza en sí misma. Eso explica sus carencias. Su lado dictatorial… No soporta la contradicción. Yo era la única oposición en su Frente Nacional: por eso me puso a mí de patitas en la calle». Eneas se hartó de Anquises. Un empujoncito al viejo y, hala, ¡al basurero! Hoy, Jean-Marie pastorea una minúscula secta que se acoge a la advocación de santa Juana de Arco. Y vapulea paternalmente a su hija: https://comitejeanne54.wordpress.com/
Pero, ¡cuántas cosas pasaron por la no demasiado delicada vida del papá de Marine! Enumeremos sólo alguna de las más notables, sólo algunas.
1954: paracaidista en Vietnam. 1956: guerra de Argelia y múltiples acusaciones de torturador; en declaraciones del propio Jean-Marie, «no tengo nade que ocultar: hemos torturado porque había que hacerlo». 1961-64: secretario general de los Comités TV de Tixier-Vignancour, viejo gerifalte de Vichy, abogado de Louis-Ferdinand Céline y del general golpista Salan. 1972: dirige el tránsito del grupo de acción violenta Ordre Nouveau al más institucional Frente Nacional, que él dirigirá hasta 2011. 1974: candidatura presidencial; 0,75 %. 1981: recibe la herencia del millonario Hubert Lambert (en trámite jurídico desde 1976); adecuadamente invertida, le propiciará un alza electoral hasta el 4,4 % en la legislativas. 1984: el presidente socialista Mitterrand concibe la estrategia «genial» de promocionar televisivamente a Le Pen para quitar votos a la derecha conservadora; en lugar de cumplirse el vaticinio, es el electorado comunista el que se pasa masivamente, en las periferias urbanas, del PCF al FN. Resultado: 1988, el FN pasa a obtener un 14 %, mientras el voto comunista se derrumba. 15 % en las presidenciales de 1995. 17,8 % en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002. Más tarde, en 2007, batacazo ante Sarkozy y retirada. Su hija Marine toma el mando. Primera medida: decapitar al cargante padre. Ni Jean-Marie es el noble Anquises, ni Marine el sacrificado Eneas. «¡Ea, padre querido!» ¡Muerde el polvo!
Desde entonces, paso a paso, Marine Le Pen ha ido abriéndose camino hacia una presidencia que nadie, en sus inicios, la hubiera sospechado capaz de alcanzar. Es tan intelectualmente obtusa como su padre. Pero eso no es, en política, un inconveniente. Si lo sabremos nosotros. Después de lo de ayer, y si la segunda vuelta confirma la tendencia, su Agrupación Nacional (RN) habrá ganado el parlamento y tendrá la vía expedita hacia la presidencia. La UE, entonces, afrontará su crisis más profunda.