Ramón Pérez-Maura-El Debate
  • La teoría del «visado por puntos» tiene sentido común. Otra cosa es que, de las musas al teatro, es difícil concretar lo que se pretende. Claro que hablar castellano debe ser un plus. Pero tener una formación académica puede ser también algo que tenga un valor

Por fin el Partido Popular ha presentado un documento con medidas concretas sobre una de las cuestiones que más preocupan a la opinión pública española. Y lo ha hecho rechazando el lenguaje de la izquierda –«migración» para no decir si van o vienen– y hablando del verdadero problema que tenemos: inmigración. Con toda razón Núñez Feijóo dijo que ni hay que abrir las puertas para que entre cualquiera, ni hay que echar a todo inmigrante. Hay que cubrir las muchas necesidades que tenemos en España. La clave, como se dice en la «Declaración de Murcia» es tener una identidad cultural. Identidad que tenemos con los hispanoamericanos que llegan con nuestro mismo idioma y siendo cristianos. Cada vez menos católicos como consecuencia de la zapa que hizo en aquellas tierras la izquierda populista que generó un auge del protestantismo. Pero culturalmente es infinitamente más lo que tenemos en común con cualquier protestante que lo que nos une al musulmán que alguien me quiera señalar como mi hermano.

En España vamos a seguir necesitando una mano de obra que nos falta y la única opción inteligente que tenemos es la de regular las condiciones en que se puede conseguir un premiso de trabajo. Y la teoría del «visado por puntos» tiene sentido común. Otra cosa es que, de las musas al teatro, es difícil concretar lo que se pretende. Claro que hablar castellano debe ser un plus. Pero tener una formación académica puede ser también algo que tenga un valor. Y eso no se puede negar a quien solicite el ingreso para ser residente por la vía que se establezca.

En estos casos habrá un segundo punto de discriminación legítima: a la hora de solicitar un puesto de trabajo por las vías establecidas o que se fijen en el futuro, sospecho que el culturalmente afín partirá siempre con un punto de ventaja. Para todos es más cómodo entendernos con una persona con valores similares. Nadie quiere tener problemas en su empresa o en su casa por falta de entendimiento. Y eso, al final, lleva a una comprensión natural. Un entendimiento que no es ajeno al respeto a la dignidad de todo ser humano –al que todos los que nos decimos católicos estamos obligados. Pero ese entendimiento tampoco es ajeno a que los inmigrantes, como todos los trabajadores que tenemos una nómina, estemos sometidos a unos derechos que se compensan con unos deberes. En España tenemos sindicatos que no estoy muy seguro de qué deberes se hacen cargo. Lo que sí sé es que viven de los subsidios que les ofrece el Gobierno. Desde luego no de las cuotas de sus afiliados. Probablemente porque morirían de hambre y no tendrían ni para pagar bufandas.

Ésta de los inmigrantes es una de las cuestiones más difíciles que afronta nuestra sociedad y todo Occidente. Y por eso creo que tiene mucho valor que Alberto Núñez Feijóo haya tomado la iniciativa de presentar una propuesta que será discutible, como todo programa político, pero que fija una posición propia para el PP. Y el haber recibido de inmediato los ataques de PSOE y Vox demuestra que no lo ha hecho tan mal.