Tonia Etxarri, EL CORREO, 23/4/12
Brian Currin intenta, sin éxito, que le reciba el líder del PP vasco, Antonio Basagoiti
Por primera vez un representante político ha decidido poner fecha a ETA para que anuncie de una vez por todas su disolución incondicional. Antonio Basagoiti, al presentar su declaración del Kursaal el pasado sábado, exigió a la banda que se disuelva antes de las próximas elecciones autonómicas vascas. Quedan poco mas de diez meses para que finalice la única legislatura hasta ahora presidida por un lehendakari constitucionalista y, aunque ETA ha dejado de matar, el fin del ciclo de la violencia corre el peligro de cerrarse en falso. Las cinco décadas de terrorismo no podrán considerarse superadas mientras la banda pretenda perpetuarse con la contribución indirecta de algunas fuerzas nacionalistas y de mediadores de parte como el abogado sudafricano Brian Currin, que ha profesionalizado tanto su mediación que ignora los determinantes elementos políticos, morales y sociales que ha generado el terrorismo. Habla de «riesgo» y no parece tener el cuenta el que se produciría si el Estado de Derecho hiciese dejación de sus obligaciones jurídicas y morales.
Pero la aparición recurrente y periódica de Currin por las calles de Euskadi puede ser el síntoma de que en lo que queda de legislatura no va a existir tregua en la agitada política vasca. Entre la pacificación y la crisis se mueve el calendario de los partidos políticos vascos, que trabajan intentando situarse en el día después de las elecciones para imaginar cómo será el próximo Parlamento, con una izquierda abertzale en ebullición y sin que se aprecie de momento conato alguno de mostrarse con ETA una mínima parte de lo exigente que se presenta con el nuevo Gobierno del PP a la hora de reclamar una combinación de pasos que empiezan por los presos y no se sabe dónde podrán terminar.
En este rincón de Europa en donde nuestro lehendakari presume, incluso, de no necesitar aplicar recortes, como manda la situación, aunque nuestro déficit haya duplicado las previsiones y los compromisos adquiridos, no podremos tener a gala la celebración de unas elecciones democráticas si a ellas concurre una candidatura que vaya sostenida por la mano que ha mecido la cuna del terrorismo. Es un borrón en nuestra tarjeta de visita que delata que, en este rincón de Europa, tan tradicional y vanguardista, de txalaparta y Guggenheim, resulta que no todos los candidatos pueden presentarse en igualdad de condiciones. Para alardear de ser los mas demócratas del planeta, la izquierda abertzale debería presentarse sin ningún oscuro padrinazgo de una banda que se niega a admitir que no tiene ningún papel que jugar en el «nuevo tiempo» del que tanto se jacta.
De ahí que el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, se haya decidido a acotar el calendario de los emplazamientos recurrentes a ETA para que se vaya por donde nunca debió venir. Serán diez meses intensos en los que la presión que va a ejercer la izquierda abertzale, y sus ayudantes, sobre el Gobierno de Mariano Rajoy para que tenga algún gesto en política penitenciaria se da por descontado. Los presos, como moneda de cambio, son el único tablón del que disponen para seguir tomando el pulso al nuevo Ejecutivo. Como dice Fernando Savater, los presos son la única prueba palpable de que ETA ha existido. «Ellos y las víctimas». Son rehenes de la ortodoxia etarra mientras permanezcan fieles a la banda.
Quien se mueve como pez en el agua por las trampillas de las cárceles es Brian Currin, «mediador de parte al servicio de Batasuna», según lo definió Rubalcaba en su etapa de ministro del Interior del anterior Gobierno. Este abogado, que posee una buena corte de seguidores en Euskadi, no solo entre los políticos, tiene tan poca confianza –y un alto desconocimiento– sobre las garantías de nuestro Estado de Derecho que dice que los presos necesitarán a ETA cuando salgan de las cárceles para que les ayude a su integración. En su ‘ensoñación exculpatoria’, el mediador parece imaginar a ETA transformándose de organización terrorista en asociación de excombatientes con sus servicios sociales, su oficina de colocación y, si me apuran, sus locales de reunión. Todo muy extraviado. Cuando salgan les debería esperar la sociedad democrática con sus derechos y sus deberes, como a cualquier convicto cuando sale por la puerta de la prisión. Ni más ni menos.
Les queda mucho por hacer juntos al lehendakari Patxi López y a su socio preferente, Antonio Basagoiti, aunque el calendario electoral les esté marcando el ritmo de la distancia. En las últimas horas el lehendakari ha forzado tanto su perfil propio, entre el PP y los nacionalistas, que su imagen se está asociando más a la de portavoz de Rubalcaba que a la del líder institucional de la comunidad autónoma vasca. Los empresarios empiezan a recelar de su giro a la izquierda mientras el PNV se ve capaz de mostrar su faz mas pragmática en función de los intereses generales. De hecho, en la aprobación de la ley de estabilidad presupuestaria en el Congreso, frente a la oposición de los socialistas y el voto favorable de CIU, la abstención del PNV fue muy valorada por los populares, aunque en su juego pendular se han apresurado a presentar una enmienda a la totalidad de los primeros Presupuestos Generales de Rajoy. Pero en el Parlamento de Vitoria el campo de las alianzas resulta más vidrioso. Hoy se constituye la ponencia por la paz con indisimulados recelos entre los partidos políticos. Si la izquierda abertzale, que hoy por hoy no tiene representación en el hemiciclo, aparece como invitada, el PP no formará parte del escenario. Se lo ha dicho Basagoiti a López, incluso en euskera.
Tonia Etxarri, EL CORREO, 23/4/12