Ante lo ocurrido con sus propuestas electorales, Batasuna estará ponderando si le conviene o no arriesgarse a una confrontación electoral de la que puede salir trasquilada, y si es más rentable hacerse con unos cuantos concejales o explotar el victimismo: cargando al Gobierno la responsabilidad de su exclusión total y manteniendo bien apiñados a los suyos en torno a la abstención y al voto nulo.
Es más que probable que Pernando Barrena, como cualquier político que se precie, desayune todas las mañanas con un puñado de periódicos extendidos encima de la mesa. El domingo pasado leería, muy de mañana, las declaraciones del fiscal general del Estado, en las que éste afirmaba que, «si (los dirigentes de Batasuna) manifiestan que ANV es su opción, este comportamiento podría ser un indicio adicional para su futura ilegalización o incluso para su suspensión penal, que puede hacerse…antes de las elecciones del 27 de mayo». No le hizo falta seguir con el resto de la prensa. Sin dilación, y para que quedara bien claro que sus palabras eran la respuesta a las declaraciones del fiscal, convocó a la prensa y lanzó su desafío: ANV es nuestra opción electoral.
No cabe duda de que el fiscal general fue torpe en sus declaraciones. No es la primera vez que lo ha sido. Sabía muy bien, como tuvo que reconocer un día después, al verse obligado a matizar sus precipitadas palabras, que el Tribunal Constitucional había ya sentenciado, con ocasión de la causa contra Aukera Guztiak, que la petición de voto a favor de un partido no constituye prueba de su contaminación ni, por tanto, motivo suficiente para su ilegalización o para su suspensión penal. Pero, en su afán por defender su propio comportamiento en la causa contra las candidaturas de ANV, sacó demasiado pecho y se pasó demasiados pueblos. Con ello, como suele ocurrir cuando uno se excede, ha conseguido lo contrario de lo que se proponía. La oposición del PP, lejos de ver en ellas una prueba de su correcto proceder, ha encontrado en las palabras del fiscal nueva leña para cebar la hoguera en la que pretende abrasar al Gobierno. Por si había peligro de que aquella se extinguiera, el señor Conde Pumpido la ha alimentado para que siga ardiendo hasta el día mismo de las elecciones.
No son, sin embargo, las palabras del fiscal general lo más importante de este incidente. Lo que de verdad importa son las sospechas que a raíz de él se suscitan en torno a las intenciones de Batasuna. La rapidez con que Pernando Barrena salió al paso de las declaraciones del ministerio público da a entender, en efecto, que, además de desafío, había en su respuesta una buena dosis de provocación. Como si le instara a reaccionar como había insinuado. Y es que, después de lo que ha ocurrido con sus diversas propuestas electorales, Batasuna estará ponderando el pro y el contra de dos disyuntivas. La primera, si le conviene o no a la izquierda abertzale arriesgarse a una confrontación electoral de la que puede salir trasquilada. La segunda, si es más rentable hacerse con unos cuantos concejales o renunciar a todos ellos a cambio de poder explotar el victimismo. Ante el dilema, quizá haya calculado que le sería más provechoso cargar al Gobierno con la responsabilidad de su exclusión total del campo electoral y mantener bien apiñados a los suyos en torno a la abstención y al voto nulo. Después de todo, quizá le sea mejor pasar por víctima que hacerse concejal.
José Luis Zubizarreta, EL CORREO, 15/5/2007