Alberto Ayala-El Correo

La pasada medianoche arrancó de manera oficial la campaña para las elecciones municipales, autonómicas -en doce comunidades- y forales. Y lo hace, como soñaba Pedro Sánchez, con la foto de su visita a la Casa Blanca para entrevistarse con el presidente estadounidense, Joe Biden, como imagen del primer día. En dos semanas debemos elegir a quién queremos de alcalde de nuestra ciudad, de diputado general de nuestro territorio y, en el caso de quienes viven en cualquier comunidad que no sea Galicia, Euskadi, Cataluña, Andalucía y Castilla y León, quién desean que rija los destinos de su Ejecutivo el próximo cuatrienio. No, La Moncloa no está en Moncloa.

Lo razonable sería que examináramos cómo lo han hecho mandamases y opositores, y que votáramos -o nos abstuviéramos- en consecuencia. Pero dada la manera en que tanto Sánchez como Núñez Feijóo se están volcando con estos comicios, la noche del 28-M será obligatorio sacar conclusiones generales de cara a las legislativas de diciembre.

El Gobierno de izquierdas puede sacar pecho de haber patrocinado una minireforma laboral que está dando resultados. De subir el salario mínimo un 47% en cinco años. De fijar diversos paquetes de ayudas para los sectores más desfavorecidos. De elevar las pensiones según el IPC un 8,5%. De conseguir que Europa aceptara la excepción ibérica en materia energética que nos ha permitido ahorrar bastantes euros. Y de que la economía funcione y tengamos cifras récord de cotizantes a la Seguridad Social. ¿Por qué entonces tantos nervios ante el 28-M? ¿Por qué lanzarse en puertas de la campaña a prometer miles y miles de pisos de alquiler tras años de inacción? ¿A anunciar que el ICO financiará hasta el 20% de las hipotecas de vivienda de muchos jóvenes? ¿O a costear viajes por Europa?

Tezanos hizo público ayer el último trabajo del CIS. Según sus resultados, cuestionados de inmediato en Twitter por profesionales de prestigio en el sector como Narciso Michavila, los temores de la izquierda serían infundados. En Madrid barrería Ayuso, sí. Pero las izquierdas estarían en condiciones de revalidar Valencia, Aragón, Baleares, Castilla-La Mancha o Extremadura, la Alcaldía de Sevilla y comunes y socialistas se disputarían la de Barcelona. No sólo, en voto total el PSOE sería primero.

Ocurre que el antisanchismo ha calado en un segmento notable de los ciudadanos. Antisanchismo derivado de las mentiras de Sánchez, de sus decisiones en beneficio de los independentistas catalanes, de sus acuerdos con EH Bildu y de la tardanza en enmendar el problema originado por la ley del ‘sólo sí es sí’. Todo apunta que el 28-M hay partido. Y Feijóo no debe estar nada contento con que sus negros augurios económicos no se hayan cumplido, al punto que en las últimas horas se ha lanzado a crucificar a Sánchez por la indecente decisión de EH Bildu de incluir en sus listas a 44 antiguos etarras, 7 con delitos de sangre. Como dijo ayer el lehendakari Urkullu: «Están en su derecho» porque han cumplido sus penas pero no hay derecho a semejante exhibición de bajeza moral y ética. Claro, Otegi prefirió ayer huir de la Prensa.