Fernando Reinares, EL PAÍS, 15/7/2011
Muy experimentado en las dimensiones internas e internacionales de los oles, al margen de su posicionamiento en la escala de las ideologías políticasasuntos públicos en que su departamento es la institución central, respetuoso y receptivo con las víctimas del terrorismo, dotado de cualidades personales para esa política de Estado que tan elusiva resulta hoy a nuestra democracia, el nombramiento de Antonio Camacho es una buena noticia para los ciudadanos españoles.
Entre los comentarios de la prensa española sobre el nombramiento de Antonio Camacho como ministro del Interior se ha escrito o dicho que es un ministro de urgencia y se ha subrayado la continuidad que ello supone con respecto al previo desempeño de dicha cartera por parte de Alfredo Pérez Rubalcaba, quien se vio obligado a dejarla tras ser designado principal candidato socialista en las ya cercanas elecciones generales. Sin embargo, el significado de dicho relevo en un dominio tan complicado y complejo de la política nacional, dentro del cual adquieren una especial relevancia las tareas de prevención y lucha contra el fenómeno terrorista en sus distintas manifestaciones, es de una entidad mucho mayor de la que aquellas extendidas observaciones dan a entender.
Para empezar, Antonio Camacho era secretario de Estado de Seguridad dos años antes de que el ministro saliente ocupara su despacho en la Castellana. Asumió de modo imprevisto sus funciones con José Antonio Alonso, todavía no militante del PSOE, al frente del Ministerio del Interior. Fue tras los atentados del 11 de marzo de 2004. Extraídas lecciones de lo sucedido, quedó claro que la delicada estructura española de seguridad interior requería de una importante reforma y era imperativa la toma de decisiones al respecto. Entre esas reformas, introducidas en lo fundamental durante el bienio de José Antonio Alonso como ministro del Interior, destacan el incremento en las capacidades de inteligencia policial, la coordinación entre agencias antiterroristas o los avances en cooperación internacional.
Antonio Camacho fue gestor efectivo y eficaz de esas difíciles reformas que hoy permiten a España estar en mejores condiciones para prevenir y combatir el terrorismo relacionado con Al Qaeda. A medida que acrecentó su conocimiento de los temas y ganó en autonomía real, tuvo el discernimiento necesario -que el cargo por sí mismo no presta- para situar a profesionales especialmente adecuados en puestos clave de la respuesta estatal tanto al terrorismo islamista como al terrorismo de ETA. Fracasado el mal llamado proceso de paz, que no siempre ni a todos los niveles tuvo en sintonía a La Moncloa con Interior, en este departamento pudo al fin pergeñarse una estrategia multifacética contra ETA que, en su dimensión policial, la que corresponde valorar en el haber del nuevo ministro, ha sido exitosa.
Muy experimentado en las dimensiones internas e internacionales de los asuntos públicos en que su departamento es la institución central, respetuoso y receptivo con las víctimas del terrorismo, dotado de cualidades personales para esa política de Estado que tan elusiva resulta hoy a nuestra democracia, el nombramiento de Antonio Camacho es una buena noticia para los ciudadanos españoles, al margen de su posicionamiento en la escala de las ideologías políticas.
Eso sí, el nuevo ministro del Interior tiene ante sí -sea cual sea el tiempo de su permanencia en el cargo- el desafío de no dejarse sustraer por el creciente y fútil enconamiento del discurso partidista que con excesiva frecuencia se nos ofrece en sede parlamentaria, también en cuestiones relativas a su departamento.
Fernando Reinares, EL PAÍS, 15/7/2011