Pablo Martínez Zarracina-El Correo

  •  El Gobierno aprueba un aumento de diez mil millones en el gasto de Defensa

La muerte del Papa de Roma dispara en los creyentes el reflejo de rezar. En los estrategas políticos despierta en cambio el de aprovechar el acontecimiento como sordina. Antes, por supuesto, el estratega ha buscado la foto del líder político con el Sumo Pontífice en la que el que parece impresionado por el lado histórico y espiritual es el Pontífice. Pero, a partir de ahí, todo es darse prisa y aprovechar que la gente está entretenida con los funerales y el cónclave. Eso explica probablemente por qué ayer el presidente del Gobierno compareció de urgencia tras el Consejo de Ministros para informar del incremento del gasto en Defensa -10.471 millones más- hasta llegar al 2% del PIB.

Pedro Sánchez lo hizo transmitiendo con toda naturalidad dos ideas contradictorias. Una establece que el mundo de ayer no existe y habitamos un tiempo peligroso; la otra, que para defendernos no vamos a hacer cosas antipáticas y relacionadas con la fuerza sino abordar como país una ilusionante reindustrialización verde y digital. Habrá dinero para mejorar las condiciones laborales de los soldados, para telecomunicaciones y ciberseguridad, para combatir desastres naturales… Cierto que se comprarán también algunas armas y que eso contradice los principios pacifistas de Sumar. El presidente reconoció ayer el desencuentro con sus socios y anunció que se ha gestionado con diálogo. Tras gestionarlo, las armas se comprarán igualmente y Sumar seguirá en el Gobierno traicionando sus principios porque el diálogo debió de ser buenísimo, de la mejor calidad. A favor de Pedro Sánchez hay que decir que ayer todo parecía verlo fácil. El aumento del gasto en Defensa no implicará recortes ni subidas de impuestos. Solo hay que coger un poco de aquí y otro poco de allá. Se ejecuta todo este año sin el menor problema, con los Presupuestos de 2023. ¿Votarlo en el Congreso? No hay ninguna necesidad. ¿Que en la OTAN se habla de subir el gasto en Defensa al 5% del PIB? Lo importante no es gastar más sino invertir mejor. «De verdad que a veces no hay que complicarlo todo tanto», pareció ayer a punto de rematar el presidente antes de que las televisiones volviesen a lo importante: la irrupción en la plaza de San Pedro de un cardenal apresurado sin identificar.

Quiniela de papables

Además de cabrearnos, la polarización nos vuelve idiotas. Eso explica que la sucesión del Papa Francisco se nos presente en ocasiones con la sofisticación de una campaña autonómica entre fachas y progres. Hay quinielas de papables que parecen la Liga Fantasy de la ideología. Como si un cardenal con influencia vaticana pudiese ser realmente una mezcla entre Marcelino Camacho y Fermin Muguruza. La confusión genera absurdos que dan hasta cosita, como desearle que la tierra le sea leve a alguien que la víspera ha proclamado ante el mundo su fe en la resurrección. Una hipótesis que muchos opinadores entusiastas no parecen plantearse es que la jerarquía de la Iglesia católica sea… católica. Se compite estos días por despedir a Francisco como el Papa de los pobres, se destaca como extraordinario su amor por los niños y se subrayan sus constantes deseos de paz. Y está bien, claro. Pero la insistencia es tanta que llega uno a pensar cada vez más intrigado en cuál sería el Papa de las últimas décadas que pedía rezar sobre todo por los capitalistas de riesgo, el que les cruzaba la cara a los niños que se le ponían a mano y el que clamaba fuera de sí por la guerra (Deus vult!) en cuanto lo que le acercaban no era un crío sino un micrófono.