Juan Carlos Girauta-El Debate
  • ¿A quién representan en verdad los sindicatos mencionados? ¿Cuántos afiliados pagan su cuota? La base real de los dos gourmets andará por el 4%, siendo generosos. UGT dice tener casi un millón de afiliados, y CCOO algo más. No se lo creen ni ellos

El derecho de huelga lo reconoce la Constitución para una finalidad genérica, pero inequívoca: la defensa de los intereses de los trabajadores. Dejando aparte el hecho incómodo de que los líderes de la UGT y CCOO (léase ce, ce, o, o), señores Álvarez y Sordo, terror de las gambas, no representan a los trabajadores más que por una inverosímil convención, no vemos qué intereses laborales se defienden parando por un genocidio imaginario. Álvarez y Sordo, amenazas a la supervivencia del crustáceo, capitanean organizaciones a las que llamamos sindicatos para que puedan sentarse a negociar convenios colectivos y seguir con su rollo y su parasitación. Como las patronales, por cierto. Sin embargo, teniendo en cuenta que de ellos depende el salario de mucha gente, su cacareada representatividad debería acercarse a la realidad, no seguir alejándose de ella.

¿A quién representan en verdad los sindicatos mencionados? ¿Cuántos afiliados pagan su cuota? La base real de los dos gourmets andará por el 4 %, siendo generosos. UGT dice tener casi un millón de afiliados, y CCOO algo más. No se lo creen ni ellos, y por si acaso el Ministerio de Trabajo se guarda de aportar sus propias cifras, y hasta de reproducir las del dúo Sordo y Álvarez, extintores de especies marinas. (He cambiado el orden a la vista de las afiliaciones inventadas por cada cual). ¿Cuántos de sus «afiliados» han pasado a mejor vida? En el sentido escatológico, no en el que imaginan ustedes, malpensados: los afiliados verdaderos y falsos son una cosa y los voraces secretarios generales, otra muy distinta.

Ya que me llevan hacia esa acepción de «mejor vida», nótese que Álvarez no se quita el mantelito palestino. La razón es que Álvarez es muy cuco, viene del socialismo catalán, que es la cosa más lamentable de la política española, y mira que hay cosas lamentables. Sabe Álvarez que cuando vives sin dar palo al agua (¿no lo ven soñoliento?) evitarás cualquier crítica exhibiendo una kufiya, talismán infalible en el alardeo moral de izquierdas. Le estás diciendo a los demás que eres un idealista, un hombre preocupado por las causas humanitarias. Lo suyo debería ser lo contrario: cuidado, este lleva el mantelito de los terroristas antifa, de los terroristas de Hamás, de los terroristas de FPLP, de los filoterroristas y terroristas de la flotilla de las vanidades; mantengámoslo lejos de nosotros.

Pero Álvarez sabe, más por aprendizaje en Cataluña que por intuición, las causas que debe defender para seguir donde está, con insensato desafío al ácido úrico: propalestino y nacionalista catalán (cree que Cataluña es una nación, apoya entusiasta la inmersión lingüística y apuntaló el ‘procés’, con todas sus mandangas y entes ficticios). Con tales banderas se «intersecciona», más la de la orientación sexual, más la de la justicia social que los ingenuos creen inseparable del sindicalismo. Da un woke perfecto. A ver quién lo saca de ahí, compañeros del metal. Nadie. Pero tampoco acude nadie a sus convocatorias. Las gallinas que entran por las que salen.