Tonia Etxarri-El Correo

Pedro Sánchez acudió al Congreso con un récord inesperado, la unanimidad de los reproches de la oposición por su gestión de la crisis del coronavirus

El apoyo del PP que ayer recibió Pedro Sánchez en el Congreso fue en realidad una enmienda a la totalidad de la cuestionada gestión del Gobierno de la crisis del coronavirus. Pero arrimó el hombro al fin y al cabo. No para salvar a este Gobierno sino para defender al Estado. Que es lo que necesitaba Sánchez para seguir con la tercera fase del confinamiento en pleno estado de alarma cuando los casos de contagio no terminan de remitir. Aún no se dispone de todos los equipos sanitarios garantizados ni de los test que trazarán el mapa del estado de salud de la población. Esto va lento porque se empezó demasiado tarde en reaccionar. Sánchez cambió ayer su ‘mantra’ de la unidad y la lealtad por el «exceso de prudencia» para justificar su constante improvisación sobre la que fluctúan las principales críticas de la oposición. PP y Ciudadanos le apoyaron. Como el PNV y los grupos minoritarios. Pero su socio de ERC, que le criticó menos que la oposición, se abstuvo. Vox, la CUP y Junts per Cat se acomodaron en el voto negativo.

El Gobierno no puede derivar responsabilidades hacia los partidos a los que pide su respaldo

Sánchez acudió al Congreso habiendo logrado un récord inesperado: la unanimidad de la crítica de toda la oposición por su forma de actuar. Sin consensuar, con imposición. Sigue sin cambiar de actitud. Ni siquiera había consultado con los expertos su penúltimo ‘bandazo’ con el próximo desconfinamiento de los niños. La oposición no se fía. Sigue viendo al equipo de La Moncloa sin un plan sanitario. Y le dan un suspenso al mando único cuyo funcionamiento ha resultado ser un fiasco. Quiere atar en corto a un Gobierno desbordado y preocupado por controlar las críticas de la Prensa para evitar que se vuelvan a producir jornadas tan caóticas como la del pasado martes con órdenes contradictorias sobre la liberación del confinamiento infantil. Y para que sea menos opaco y compense, al menos, la anulación del Portal de la Transparencia. ¿Tanto le costaba ayer a Sánchez responder si España va a acudir al fondo europeo de rescate como había afirmado el presidente italiano?

Se han cumplido los primeros cien días de Gobierno socialcomunista en La Moncloa. Sánchez, arrollado por la pandemia, se ha quedado sin agenda social. Su plan de aplazar la fiebre independentista en Cataluña ha tenido que ser sustituido por la contención sanitaria y la debacle económica que se nos viene encima. La deslealtad cohabita en La Moncloa. En los asientos de Podemos. Se imponen los grandes consensos. El Gobierno no puede derivar responsabilidades hacia los partidos a los que reclama apoyo. ¿Llamarles «antipatriotas» es el camino?

Pablo Casado le ha dado una oportunidad para reconducir los pactos y trasladarlos al Parlamento. Tendrá que aparcar la ideología si quiere salvar el país.