ABC 23/05/17
IGNACIO CAMACHO
· El ambicioso horizonte de Díaz se ha achicado de repente. De arrollar a resistir media un mortificante cambio de papeles
SU prioridad ahora consiste en defenderse. Protegerse ella y preservar en lo posible el modelo de partido que Sánchez pretende liquidar para que nunca más sea posible otro «golpe de los coroneles». Como todos los demás barones socialistas, Susana Díaz sabe o teme que van a ir a por ella, a limitarle el poder territorial y a atarle las manos para que no enrede. Su ambicioso horizonte se ha achicado de repente. De ganar a resistir, de arrollar a enrocarse, de la ofensiva a la trinchera: la derrota le obliga a un enojoso, mortificante cambio de papeles.
Nunca le gustaron las primarias. Quizá su mayor error fuese el de encumbrar a Pedro para no tener que disputarlas. Ahora tiene que digerir, con el orgullo maltrecho, una evidencia amarga: ha caído víctima de su propio estereotipo, que fuera de Andalucía no funcionaba. Su arrogancia victoriosa y su aureola oficialista la convirtieron en una candidata antipática. Incluso muchos de los avalistas que la apoyaron de boquilla, bajo la presión del aparato, a la hora de depositar el voto secreto le han dado la espalda.
Gestionar el rol de perdedora se le va a hacer incómodo. Corre el riesgo de «aprender a caer», como dicen los boxeadores que empiezan a encadenar reveses tras el primer KO. No puede regresar a San Telmo con gesto avinagrado, ni volver a erigirse en el bastión rebelde frente a Sánchez; al menos no de inmediato. Esa actitud le haría aún más impopular entre unas bases que ya le han mostrado fuerte rechazo. La gélida alocución tras el recuento parecía prometer una oposición interna, enfeudada, pero ayer ya ofreció un tono más rebajado. Ni siquiera sus partidarios entenderían que se mostrase renuente a admitir el descalabro. Ha salido muy desgastada, con la reputación maltrecha, señalada por sus manifiestos errores tácticos. Como dijo el viejo Pío Cabanillas, es urgente esperar; le toca embridar su altanería, deglutir el fracaso.
Es posible, sin embargo, que una parte del PSOE dinástico la incite a defender el amenazado modelo estructural en el próximo congreso. No lo hará, o no dando la cara; ése no es su momento. En el entorno que amparó su candidatura hay un sentimiento de desolación y pesadumbre, una tribulación sincera por el proyecto. Un abatimiento huérfano. Todos creen que Sánchez va a conducir al partido hacia un rumbo líquido, mutante, de cohesión feble: un paradigma inédito. Pero está investido de una legitimidad plebiscitaria fresca y por muy cesarista que les parezca su deriva le reconocen el derecho de emprender un planteamiento nuevo. De entrada ha de tramitar su ansiedad en el complejo escenario de una legislatura inestable y manejar con cuidado las ofertas envenenadas de Podemos. Lo esperarán, Díaz la primera, cargados de escepticismo y recelo. Quizá confiados en que cuando alguien lucha con tanto ahínco por un objetivo equivocado merece el castigo de obtenerlo.