Con el artículo 155, al que hay que sumar la actuación de los tribunales de Justicia, el procés secesionista fue detenido en seco. La unidad de las fuerzas políticas, el rechazo ciudadano y la firme oposición de los socios e instituciones europeas completaron el bloqueo al unilateralismo y al desbordamiento de la ley.
Nada de lo hecho ni vivido en la lucha contra el desafío secesionista ha sido fácil. Por eso, hoy, mientras toma posesión un nuevo presidente de la Generalitat cuya intención declarada es retomar la senda unilateral e ilegal si cabe con mayor fuerza, la democracia y los demócratas deben mostrar que han aprendido la lección de los errores cometidos en el pasado y que, en consecuencia, están dispuestos a actuar de manera tan firme como temprana para impedir que los secesionistas materialicen, siquiera mínimamente, un nuevo desafío al Estado.
El presidente del Gobierno no puede equivocarse una segunda vez, sentándose a esperar y fiándolo todo, una vez más, a los tribunales. Donde antes actuó tarde y mal ahora deberá hacerlo pronto y bien con todos los medios a su alcance, que son muchos y muy variados dentro del actual marco legal. Estos permiten, además de seguir controlando estrechamente las finanzas de la Generalit, poner bajo su control los Mossos d’Esquadra para impedir que, como ocurriera en el pasado, se anulara la capacidad de ese cuerpo policial de hacer cumplir la Constitución.
Y si fuera el caso que careciera de ellos o que previera que son insuficientes a efectos disuasorios o preventivos, deberá acudir al Parlamento para lograr el apoyo de la Cámara a un plan de medidas, de carácter político y legislativo —incluyendo una posible modificación del Código Penal—, que impidan que el nuevo Govern pueda volver a desbordar la legalidad.
Al resto de las fuerzas políticas corresponde dar su apoyo al presidente Rajoy, pero es a él a quien compete liderar, convocando juntos y cuanto antes a los responsables de los cuatro principales partidos políticos, con vocación de ofrecer una verdadera imagen de unidad, sin cálculos políticos.