Fernando Savater-El País
En la UPV se va imponiendo la moderación, hoy tan recomendada, es decir mimetizarse con el paisaje nacionalista pero suavizando todo lo más sus radicalismos
Un problema territorial (?). El profesor de Filosofía de la Universidad del País Vasco (UPV) Carlos M. Gorriarán examinó a sus 55 alumnos de la asignatura Filosofía y Literatura y sólo suspendió a uno. Era una alumna que no aprobó el teletrabajo que se exigía ni se presentó al examen ordinario. Intercambió con el profesor una serie de correos más bien tensos, en uno de los cuales le decía “que no era nadie para discutir sus ideas”. Finalmente, presentó una reclamación contra el suspenso. Se formó una comisión para dirimir la cuestión con docentes del área de Antropología (uno de ellos, antiguo miembro de ETA), pese a que la asignatura pertenece al área de Estética. Se justificó esta irregularidad porque la alumna había reclamado en euskera, aunque el examen fue en castellano. Se ve que el euskera universitario es cosa más de antropólogos que de estetas, no sé por qué. La comisión falló a favor de la alumna y la aprobó con un 6,5. Caso resuelto. ¿Hace falta decir que el profesor Gorriarán fue uno de los pocos docentes que se enfrentó a las amenazas etarras, por lo que tuvo que apartarse de su cátedra, desde el 2000 hasta el 2016, por razones de seguridad y a petición de la propia UPV? Pues dicho queda.
En la UPV no se dan muchos casos de desautorización de un profesor como este porque ya quedan pocos profesores que se atrevan a significarse contra el mainstream ideológico dominante. Tampoco hay muchos alumnos que reciban una paliza, como David Chamorro, por “españolista”, porque casi nadie declara tan imprudente devoción. Se va imponiendo la moderación, hoy tan recomendada. Es decir, mimetizarse con el paisaje nacionalista, pero suavizando todo lo más sus radicalismos. Y claro, mascarilla obligatoria.