JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 10/02/13
· Ya saben que al penúltimo plan para romper España, digo Cataluña, le llaman «el proceso», eufemismo que uno agradecería si viniera inspirado por el judío de Praga, pero que en realidad bebe de fuentes intelectuales más cercanas, tipo Josu Ternera. Los acelerones de la historia tienen más que ver con el olvido que con el ruido; en Cataluña, ilustra el desmoche de toda referencia el hecho de que en las tertulias se empleen expresiones como «internacionalizar el conflicto» sin que nadie arroje su micrófono, se levante de la mesa, se proteja las espaldas contra la pared del estudio o del plató, se lleve la mano al móvil, llame a la policía y salga huyendo de allí. El proceso. Internacionalizar el conflicto. La obra intelectual, y aun las innovaciones estratégicas de ETABatasuna, han acabado imponiéndose, por ignotas vías, entre las formales gentes del nordeste peninsular, tan prudentes ellas según el mito, tan poco amigas de dar voces, tan pactistas, tan realistas y tan encorbatadas.
En la dudosa revolución de Mas, sólo el último atributo se ha salvado. Básicamente porque esta es la revuelta de los chupatintas, la rebelión de los mandos intermedios de las pequeñas y medianas empresas, el apogeo de los tipos Dale Carnegie. Aprenda historia europea y derecho internacional en un fin de semana. Los ignorantes nos han igualao, que diría Discépolo. Los hombres medio fracasados y medio leídos son muy peligrosos. En los prolegómenos de la Gran Guerra, el peligro estaba en los solteros y en los jóvenes, como sabe cualquiera que haya leído a historiadores no historicistas. Aquí y ahora, esos dos segmentos no mueven nada. Los solteros tienen más ligámenes que los casados, y además es mentira que sean solteros; están divorciados con hijos, o son homosexuales que no han pasado por el sacramento bufo de Zapatero. En cuanto a los jóvenes, tampoco lo son. Quienes se ponen el letrero son funcionarios de partido, partida o sindicato que deberían estar trabajando hace diez años. Los jóvenes de verdad, los que toda la vida habíamos llamado jóvenes, están viviendo con sus padres simulando infancia, de grado o por fuerza del paro.
Con lo que la verdadera novedad es que sea un grupo social como el de los chupatintas quien aspire a la enormidad de quebrar el primer Estado moderno de Europa, plantarse en la ONU, y tal. Ustedes me dirán, con razón, que no hay nada raro en ello, que la ignorancia siempre ha sido muy osada. Ya, pero la ignorancia de los propios intereses es otra cosa. No suele darse en los ignorantes convencionales: en asuntos de dinero, los tontos no existen, decía mi padre. Los ignorantes de sus propios intereses son gente muy fina y muy sensible, sutiles artistas, filántropos.
O sea, que la rebelión, o la sedición, o la secesión, o la revolución catalana tiene en Artur Mas, realmente, al mejor de ellos, al más capaz. Piénsenlo: a cualquier otro, jugando a este juego, le habría podido el miedo escénico, le habrían temblado las piernas. Pero no. Lo que aquí está temblando son las carteras de los empresarios catalanes. Unas de frío y horror al vacío; otras de miedo. ¡Eh, que este tío va en serio!
Pues sí, va en serio. Y no sé por qué les cuesta tanto a todos aceptarlo; la lideresa del PPC, por ejemplo, sigue apostando por la vía muerta del pacto fiscal. Y también van en serio los cuellos blancos en su oceánica incultura y en su inducida desinformación. Lo que no significa que tengan la más mínima posibilidad de ganarle el pulso a un Estado de verdad.
JUAN CARLOS GIRAUTA, ABC 10/02/13