Luis Ventoso-ABC
- Aznar y Rajoy no anduvieron finos como jefes de recursos humanos
Ya sabemos que el mayor caso de corrupción en España, los ERE andaluces, fue obra del PSOE, que cuando llegó la condena reaccionó como si se tratase de un asunto del espacio sideral de Stephen Hawking. Sabemos también que los socialistas y su sindicato, UGT, robaron con alegría de los cursos de los parados y los fondos de la minería (hay varios dirigentes en la cárcel por ello). O que dos exsecretarios del PSOE gallego están encausados. O que el nepotismo enchufista es aceptable en el sanchismo (ahí sigue la alcaldesa de Móstoles, o el mejor amigo de Sánchez en su puesto inventado a dedo). Sabemos que Podemos, que venía a limpiar España, continúa imputado por «falsedad de documento mercantil y delito electoral», a pesar del capote de ayer del fiscal.
Sin embargo, todo ello no anula las máculas de las etapas de Aznar y Rajoy. Se puede defender su honestidad personal, pero como jefes de recursos humanos tuvieron el ojo de Andrea Bocelli. El vicepresidente y cerebro económico del aznarismo ha acabado en la cárcel, al igual que el ministro Matas, Ignacio González y Granados. Correa, el de la Gürtel, era bienvenido en las bodas familiares. Bárcenas, el tesorero, apareció un día con un botín de 47 millones en Suiza. Rajoy fue soltando lastre, aseó un poco la cocina. Pero en su periodo también sucedieron hechos que siguen avergonzando al partido, aunque el equipo de Casado sea ajeno. Bochornos como la acusación de la Fiscalía de que Cospedal y el ministro del Interior, Fernández Díaz, montaron un tinglado parapolicial para espiar a Bárcenas y robarle dos móviles y un iPad, a fin de comprobar si guardaba material comprometedor para el PP.
La reacción de los partidos ante la corrupción responde a un parámetro tan repetido como incongruente. Si el caso embadurna a mi adversario, lo exploto al máximo y exijo todo tipo de explicaciones. Si me enfanga a mí, me escaqueo con la coletilla tópica: «Escrupuloso respeto a la justicia y la presunción de inocencia». Lo cual es correcto, pero incompleto, porque además de la verdad judicial existe una verdad periodística, unos hechos que se saben ciertos antes de que llegue el fallo del juez. Temeroso de que su partido lo dejase en la estacada, Paco Martínez, que era el secretario de Estado de Seguridad con el ministro Fernández Díaz, se cuidó de salvaguardar bajo notario los mensajes telefónicos que le había enviado su jefe. Uno de ellos dice: «La operación se hizo con éxito. Se ha volcado todo (2 iPhone y 1 iPad). Mañana tendremos el informe». El ministro le está contando a su número dos que un confidente pagado con fondos reservados, el chófer de Bárcenas, ha logrado robarle al tesorero dos móviles y un ordenador para indagar si su contenido salpica al PP. Emerge ahí la calaña del personal que tenía Rajoy al frente de un ministerio tan sensible como Interior. La Fiscalía apunta también a Cospedal. Hasta su marido aparece en el lío.
Ya sé que es un sarcasmo ver a Adriana Lastra y Echenique dando lecciones morales desde el PSOE y Podemos. Pero un mal no enjuga otro mal, y lo de aquella tropa del PP fue una golfada esperpéntica.