Pedro García Cuartango-ABC
- El recurso habitual al «y tu más» sólo sirve para poner de relieve la orfandad moral de quien lo invoca
El escándalo que ha estallado por el caso Errejón corrobora que en este país los partidos políticos jamás asumen sus responsabilidades. Se rasgan las vestiduras, formulan su propósito de la enmienda, buscan un chivo expiatorio y aquí no ha pasado nada.
En su comparecencia del pasado sábado, Urtasun aseguró que Sumar asumía sus responsabilidades políticas, pero lo que no explico es cómo. Sí afirmó que habían fallado los protocolos, sin concretar cuáles son, y que, a partir de ahora, los dirigentes estarían obligados a hacer unos cursillos, lo que me recordó los cursillos de cristiandad que yo hacía en mi adolescencia.
Ayer Mónica García aseguró que Más Madrid no sabía nada y descargó su responsabilidad en la diputada Loreto Arenillas, que, según sus palabras, tapó la denuncia de una víctima de Errejón. Una actitud simétrica a la de Pedro Sánchez, cuando se declara ajeno a las tropelías de Ábalos, Koldo y Aldama, como si estos personajes no tuvieran nada que ver con el PSOE. O a la de Yolanda Díaz, que lo ignoraba todo respecto al dirigente que promocionó.
Ya observamos la misma reacción cuando estalló el escándalo de Gürtel y el enriquecimiento ilícito de Bárcenas en el que el PP quiso poner tierra por medio. Hay otros ejemplos similares en los partidos nacionalistas como la antigua CiU o el PNV, que se vieron implicados en episodios de corrupción y financiación ilegal.
Ya decía Sartre que el infierno es el otro. Pues bien, las responsabilidades políticas son para los otros, jamás para uno mismo, con algunas raras excepciones como la de Antonio Asunción cuando dimitió por la fuga de Roldán.
En la tradición de las democracias parlamentarias, los políticos dimitían cuando eran pillados en mentira, cuando eran sospechosos de corrupción o cuando habían abusado de su poder. Y, sobre todo, cuando existía una responsabilidad ‘in vigilando’ de sus subordinados. Ahora ya no abandonan el cargo ni cuando son investigados como el fiscal general del Estado. Incluso exigen impunidad como Puigdemont.
Basta, como hace Sánchez, en enseñar una foto de Feijóo de hace 30 años para evitar dar explicaciones sobre las conexiones de Aldama con su partido, por qué tenía acceso a los ministerios y por qué accedía a los actos del PSOE como invitado.
El recurso habitual al «y tu más» sólo sirve para poner de relieve la orfandad moral de quien lo invoca y una concepción del poder por la que el fin justifica los medios y lo importante es sobrevivir. Todo puede ser justificado mediante un relato inverosímil o falso, repetido miméticamente por los subordinados del líder.
Tan dañino como los presuntos abusos de Errejón es el espectáculo de una clase política sumida en el fango e incapaz de hacer la menor autocrítica. Como dice Luis Herrero, pincho de tortilla y caña a que no pasa nada.