Aquel divertidísimo ignorante que llegó a ser alcalde de Barcelona, don Juan Pich y Pon, se hizo célebre por la cantidad de gazapos y meteduras de pata que cometía. Nos viene de molde una en la que aludía al tema de la inmigración cuando soltó, serio y contundente: “Miren, lo mejor es que cada uno viva en su tierra: los ingleses, en Inglaterra; los argentinos, en Argentina; los belgas, en Belgrado”. No sabemos si el belgranés se aceptará como lengua oficial en Europa. En el Congreso, fijo, porque allí ahora se acepta todo y si no han hecho oficial el Votis, hermosa lengua finesa que sólo hablan veinte ancianos, será porque los separatas no lo han exigido. Pero a lo que vamos. Ahora resulta que, tras el flamante anuncio de Sánchez acerca de que había conseguido que catalán, vasco y gallego fuesen reconocidos como lenguas oficiales en la UE, van y salen los suecos por boca de su ministra de Asuntos de la Unión Europea de Suecia, señora Jessika Roswall, diciendo que eso hay que estudiarlo mejor, que no lo tienen claro, que igual no es cosa práctica y, lo básico siempre, que a ver cuanta panoja costaría el asunto. Recordemos que en la cámara europea coexisten veinticuatro lenguas oficiales, lo que ya es coexistir.
Lógicamente, el separatismo se ha alzado cual Fuenteovejuna estelada y ha dicho que eso no puede tolerarse y se han puesto a hablar de la Europa de los pueblos – justo lo contrario de lo que es la UE, la Europa de las naciones – y de coordinarse con los separatistas corsos, bretones, flamencos y otras chicas del montón para protestar ante tamaña muestra de despotismo. A ver, en mi tierra decimos, traduzco más o menos literalmente, que quien no tiene trabajo se entretiene peinando al gato. Pero es que los separatistas, singularmente los catalanes, no tienen ya ni gato ni peine habida cuenta que el bono de la generalidad se considera bono basura, que las nóminas se pagan porque el estado, mediante el FLA, el Fondo de liquidación autonómico, pone pasta cada mes y porque en la autonomía ni existe política económica ni control del gasto ni inversiones en nada que no sea el procés desde hace como mínimo veinte años. De ahí que Aragonés le rece cada día a Santa Risa, que es muy milagrera, para que Sánchez le haga una quita a la deuda monstruosa del gobierno catalán. Hablamos de 2.400 millones de euros, nada menos.
El separatismo se ha alzado cual Fuenteovejuna estelada y ha dicho que eso no puede tolerarse y se han puesto a hablar de la Europa de los pueblos – justo lo contrario de lo que es la UE, la Europa de las naciones
Pero el separatismo, siempre atento a los problemas más acuciantes del momento, está a lo que está: traductores, pinganillos, cooficialidad lingüística aquí y allí y todo lo que ustedes quieran. La lengua, ¡ah, señoras y señores!, ¿qué sería del separatismo sin la lengua, que los hace creerse superiores a cualquiera porque pronuncian muy bien las eses sordas, conocen a la perfección los pronombres débiles y se saben de memoria la gramática de Pompeu Fabra? Entendemos, pues, que su afán se centre en asuntos como estos pues qué duda cabe que donde esté un buen estofado de sintaxis o una contundente sopa de acentos abiertos que se quite todo lo demás. En hablando catalán, ya no hay hambre en el mundo.
Modestamente, ya que estamos, servidor sugeriría algo en la línea de Pich y Pon: que en Europa se hable en europeo. ¿Qué no existe? Pues se crea una comisión y ya tenemos sitio para colocar a unos cuantos más. Y por lo que respecta al Congreso español acaso lo mejor sería, en lugar de hablar en distintos idiomas y dialectos, no hablar en absoluto. Máxime cuando en no pocas ocasiones el uso de la palabra sólo sirve para decir auténticas majaderías.