DAVID GISTAU – ABC – 21/01/17
· Trump se ofrece como un ser taumatúrgico y curativo con el que acaba todo cuanto, según él, traicionó a La Gente de América
· Refundación El presidente juega con una percepción de nación destruida que él va a salvar.
El «Inauguration Day» exprime tantos recursos que hasta las máquinas quitanieves y los autobuses urbanos son utilizados para armar barricadas alrededor del sellado perímetro del Mall. También acuden policías de otros estados que visten sus propios uniformes. El camino a través de los «check-points» es penoso, sobre todo porque los servicios de seguridad van purgando, casi uno a uno, a los manifestantes que pueden causar disturbios en la explanada.
Extramuros del barrio político se quedan encapuchados anarcos del Black Block, «hippies» ya antañones que proclaman el advenimiento del fascismo y la muerte del amor y manifestantes con cierta diversidad étnica que sostienen pancartas de «We The People» con una ilustración de una mujer musulmana cuyo velo es la bandera de los Estados Unidos. Todo ocurre bajo la mirada de francotiradores del Servicio Secreto que ocupan las azoteas.
Los seguidores de Trump viven el día con ánimo festivo. Hay entre ellos una variedad social que desmiente el cliché de la «white trash» seducida por Trump, pero en cambio la pluralidad racial no existe: es casi imposible ver entre ellos una sola persona de raza negra. Hay texanos con sombrero Stenton, veteranos de guerra, moteros que venden chapas para pagarse un viaje de vuelta de cinco o seis días en la carretera, amabilísimas familias WASP de la América provincial que se sacan la gorra y permanecen tiesas cuando pasan militares. Los urbanitas de la muy Demócrata Washington los miran con indisimulado desprecio y les gritan a la cara: «¡Shame!» (Vergüenza).
Si se sintieron agredidos por Washington, seguro que se habrán visto desquitados por el pasaje del discurso de Trump donde el nuevo presidente insiste en su declaración de guerra al «Pantano» de las élites y los «lobbies». Trump ha fabricado diversos enemigos de La Gente que sólo él representa: la capital política de Washington, las clases medias que eludieron un reparto justo de la riqueza, los Demócratas charlatanes, la violencia de los «gangs» criminales, las naciones parasitarias que también son responsables de las fábricas cerradas y los trabajadores devenidos lumpen, las hordas al otro lado de la frontera del sur.
Ante todos ellos se ofrece como un ser taumatúrgico y curativo con el que acaba, «right now and right here», todo cuanto, según él, traicionó a La Gente de América, «dejada atrás», y eludió el Destino Manifiesto. Trump juega con una percepción de la «nación destruida» que le permite arrogarse su refundación. Como si con él fuera a comenzar un nuevo Siglo Americano, extenuada la América de Omaha Beach y las cadenas de montaje, que se amparará, contra las élites corruptas, en el mismo y heroico «americano cualquiera» que hizo la revolución, construyó puentes y carreteras y todo lo hizo sangrando sangre de patriota cuando se le pidió hacerlo y temiendo a Dios.
En los bares, cuando apareció en la televisión la imagen de Obama embarcando en el avión final, la América de Trump se mofó y cantó himnos. Es su hora. «Right Here. Right Now».
DAVID GISTAU – ABC – 21/01/17