Mikel Buesa-La Razón
- Con los acuerdos promovidos por EE.UU. el mundo se ha fragmentado y se abre una era de incertidumbre
El acuerdo arancelario suscrito por la Unión Europea y Estados Unidos muestra un carácter claramente asimétrico que pone su mayor peso en los intereses del país americano. Éste ha pretendido corregir su déficit de partida en el comercio con la UE –casi 200.000 millones de euros en 2024– y ha satisfecho plenamente sus objetivos, principalmente al arrancarle a Europa unos compromisos de suministro de gas por valor de 750.000 millones de dólares que se sumarán a unas ingentes compras de armamento, cuyo valor no se ha especificado. Además la UE se ha comprometido a promover 600.000 millones de dólares de inversiones en Estados Unidos. Sin duda, con estos mimbres, es muy probable la reversión del desequilibrio comercial actual, más allá de los efectos que pueda provocar la adopción de un arancel general del 15 por ciento, que triplica sobradamente el actual nivel de protección comercial entre los dos países y que muy probablemente conducirá a una reducción moderada de sus intercambios. Y a esto se añade, en favor de América, la aplicación de un arancel nulo a sus exportaciones de aeronaves, semiconductores, alimentos, productos químicos y materias primas a Europa, en tanto que permanece el gravamen del 50 por ciento sobre el acero y el aluminio europeos.
No sorprende, por ello, que las reacciones al acuerdo hayan sido controvertidas. Francia, por boca de Bayrou, ha señalado que «una alianza de pueblos libres se ha resignado a la sumisión», mientras que para el canciller Merz «se ha logrado evitar un conflicto comercial que habría afectado gravemente a la economía alemana». En España, con poco entusiasmo, Sánchez ha aceptado el resultado, tal vez porque no desea confrontar con Ursula von der Leyen, a la espera de los fondos europeos con los que pretende salvar sus muebles de la actual crisis política. En cualquier caso, más allá de sus efectos inmediatos, lo más relevante es que estos acuerdos han finiquitado las viejas reglas del comercio internacional sustentadas sobre su progresiva liberalización, reduciendo la protección exterior de los mercados, y la aplicación de la cláusula de la nación más favorecida en las relaciones entre los países. Con los acuerdos promovidos por EE.UU. el mundo se ha fragmentado y se abre una era de incertidumbre.