MIKEL BUESA-La Razón

  • Madrid es la región con mayor capacidad fiscal, no por el tamaño de su economía –que es similar a la de Cataluña– sino por su mejor manejo de los incentivos tributarios a los contribuyentes
Si algunos de los políticos que regentan nuestras instituciones –y no digamos de los corifeos mediáticos que les acompañan– se manejaran mejor con la aritmética, seguramente no habríamos oído tantas tonterías sobre los asuntos fiscales y financieros de las Comunidades Autónomas –singularmente, de Madrid– como las que se han vertido en los medios durante las últimas semanas. Claro que hay que reconocer que, después de que entre Zapatero y los nacionalistas catalanes liaran el sistema de financiación regional, llenándolo de eufemismos con dotación presupuestaria para albergar a las políticas identitarias, la aritmética autonómica tiene su complejidad; y su entendimiento, lamentablemente, no está al alcance de todos. Lo ha mostrado con su pericia habitual Ángel de la Fuente en el informe que, sobre estos asuntos, publica periódicamente en Fedea.

No voy a entrar en describir sus cifras, pues otros lo han hecho ya con mejor o peor fortuna, sino en destacar los aspectos que me parecen políticamente más relevantes. Está claro, así, que Madrid es la región con mayor capacidad fiscal, no por el tamaño de su economía –que es similar a la de Cataluña– sino por su mejor manejo de los incentivos tributarios a los contribuyentes. Ello le otorga un papel crucial en la aportación de fondos a la solidaridad interregional de la que se benefician casi todas las autonomías, pues también Cataluña y Baleares son, con cifras más modestas, contribuyentes netos. Y eso ocurre sin que el gobierno madrileño cuente para su financiación con más recursos que los demás, pues, en términos por habitante, está exactamente en la media. Por cierto que alguno de los que últimamente se han apuntado a la madrileñofobia –me refiero a Revilla, el único residuo del franquismo que queda en la gobernación española– resulta ser que cuenta con unos recursos per cápita que están una cuarta parte por encima del promedio. Todo esto le quita la razón a Ximo Puig –y al ministro Escrivá que inexplicablemente le hace la ola– aunque sea verdad que la Comunidad Valenciana sea de las peor financiadas. Así que a estos políticos no les vendría mal una sesión de aritmética autonómica.