Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 30/6/2011
La introducción de esta dialéctica amigo-enemigo en el seno de una comunidad política en función de una distribución de las mayorías es sencillamente antidemocrática, pero es a lo que venimos asistiendo desde hace años.
Y el ángel del Señor anunció a María. Y he aquí que nuestros arkángeles nos anuncian un nuevo tiempo. Un tiempo en el que el lobo pacerá con el cordero, en el que serán resarcidas todas las víctimas, superadas todas las violencias, pues muchas hay, y en el que saldremos ganando todos. Sorprendente que este anuncio no brote de voces angélicas, sino de las de nuestros nuevos representantes institucionales. Y nada sorprendente que hasta ahora sea sólo eso lo que hayan sido capaces de articular cuando se trataba de explicitar su tarea de gobierno. Más allá de esa promesa de implantación del milenio, el resto es poco más que demagogia. Y en cuanto se empiezan a adoptar las primeras medidas preparatorias de la segunda venida, lo que resuena en boca de nuestros arkángeles es el «todos»: «no representa a los donostiarras», «la mayoría social vasca no se siente identificada con…», etc. Por encima de la ley, de la realidad y del sentido común está ese «todos», que, naturalmente, hay que constituirlo, tarea en la que vienen empeñándose estos últimos decenios y que es la que va a guiar su labor de gobierno.
No es nada casual que sus primeras e inmediatas medidas se apliquen en el terreno simbólico, como tampoco lo es que, como señalaba este periódico, Guipúzcoa se vuelva más presidencialista y que las cuatro direcciones que va a asumir el gabinete del diputado general sean las siguientes: Igualdad, Participación, Euskera y Migración. No lo es porque los símbolos y el control unificado de esas direcciones son elementos clave para la constitución monista y uniforme de ese «todos», pieza fundamental para la realización de la utopía soberanista. Pero vayamos por partes, y empecemos por lo simbólico. Cuando Pello Urizar plantea la posibilidad de suprimir del Cupo las aportaciones que se destinan a las Fuerzas de Seguridad, etc., sabe que está haciendo un brindis al sol, pero sabe también que introduce un elemento de tensión cuyo único fin es el reducir al silencio la voz de un sector de la población, que se ve ya silenciada en la justificación misma de la propuesta: no forma parte de la mayoría social. Como la propuesta será rechazada, y lo será por el enemigo, está claro con quien será alineado ese sector de la población silenciado. La introducción de esta dialéctica amigo-enemigo en el seno de una comunidad política en función de una distribución de las mayorías es sencillamente antidemocrática, pero es a lo que venimos asistiendo desde hace años.
Idéntico objetivo persiguen las medidas adoptadas por el nuevo alcalde de San Sebastián, quien al confundir una realidad -el rey sí nos representa, y tiene la obligación de hacerlo – con un deseo – preferiríamos que no lo hiciera-, está ejerciendo sobre nuestras conciencias una presión intolerable. ¿Son señales estas de los nuevos tiempos que anuncian nuestros arcángeles? Un salto del laboratorio municipal al laboratorio provincial, quizá sea eso todo.
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 30/6/2011