Otegi ha pedido permiso para unas vacaciones en Italia. Deberían dárselo por racionalidad elemental: ha cumplido su condena y está en paz con el mundo, salvo que alguna de sus causas pendientes… En segundo lugar, para curarse en salud y evitar la posibilidad de que vuelva a convencer a nuestros gobernantes de la conveniencia de un nuevo proceso de paz.
La salida del preso de la cárcel es un acto solitario, lo sabemos por el cine: Peckinpah muestra en La huida a Doc McCoy saliendo de la penitenciaría en un paisaje desértico donde sólo le espera su mujer. En el momento en que se le abren los portones, un guardia que era un dechado de pesimismo antropológico masculla a su paso: «Volverás, Doc».
Martutene no es San Quintín; Otegi, tampoco es Steve McQueen, pero fue recibido por más gente: su familia, su abogada, Jone Goirizelaia, y medio centenar de conmilitones, aunque la mayor parte de ellos tenían más pasado que futuro como dirigentes de la izquierda abertzale.
Sus primeras palabras en libertad fueron perfectamente predecibles para reivindicar el diálogo y la negociación como instrumento para resolver el problema de fondo del país. Al hacerlo, recurre a sus mejores cartas. En realidad, hay una contradicción notable entre las proclamas de ETA en favor de la vuelta a la negociación y el aparente desinterés de ETA por el mejor especialista que Herri Batasuna, Euskal Herritarrok y Batasuna han tenido en materia negociadora durante la última década.
Su destacado papel en Lizarra ha mejorado considerablemente durante el último proceso negociador. Las dotes oratorias que cautivaron a los suyos en un memorable duelo dialéctico con el entonces consejero de Interior (hay que decir que entre las virtudes de Atutxa no destacaba la soltura expresiva) también sedujeron a sus anfitriones durante el almuerzo que le ofreció el Círculo de Empresarios Vascos en 1999, al que asistió acompañado por Rafa Díez Usabiaga. Por deseo de los invitados, el almuerzo se celebró en un hotel de Bilbao y no en el lugar habitual de los encuentros del Círculo: el Club Marítimo del Abra, destruido por ETA en noviembre de 1973 y objeto de un último atentado con furgoneta bomba el pasado 19 de mayo. Es difícil imaginarse a Joseba Permach o Rufi Etxeberria seduciendo a empresarios, juntos o por separado.
Sus dotes volvieron a brillar con fuerza en el proceso de paz de Zapatero. El lo inauguró en Anoeta, el 14 de noviembre de 2004, al repetir la cita de Arafat sobre la rama de olivo y el fusil. Dos meses después escribió una carta al presidente del Gobierno que terminó de convencer a éste sobre las bondades del proceso en el que se había embarcado.
Otegi ha pedido permiso para disfrutar unas vacaciones en Italia. Deberían dárselo por un criterio de racionalidad elemental. Ha cumplido su condena y está en paz con el mundo, salvo que alguna de las causas que aún tiene pendientes vuelva a llevarlo a la cárcel. En segundo lugar, para curarse en salud y evitar la posibilidad de que vuelva a convencer a nuestros gobernantes de la conveniencia de un nuevo proceso de paz. El vicesecretario general del PSOE ha expresado con elocuencia la firmeza de su partido: «No hay ninguna posibilidad de negociar con la izquierda abertzale, no hay ninguna posibilidad de retomar el diálogo, todas las puertas se han cerrado y la única posibilidad que tiene es convencer a la banda terrorista ETA para que abandone las armas». Cerrar «todas las puertas» y subrayar dos veces que no hay «ninguna posibilidad», para explicar a continuación que hay una «única posibilidad» es muestra de una lógica que no permite extraer conclusiones razonables.
Hay también una razón práctica. Si le deniegan el permiso, podría acudir a la comisaría en la que Emilio Rodríguez Menéndez consiguió su pasaporte. ¿Por qué no dárselo por las buenas y ahorrarnos un ridículo adicional?
Santiago González, EL MUNDO, 31/8/2008