Jon Juaristi-ABC

  • El pensamiento de Joseba Arregi arrojó mucha luz sobre la tenebrosa inmoralidad en la que ETA hundió al País Vasco

No me gusta que se diga de Joseba Arregi (1946-2021) que «rompió con su pasado», y mucho menos que se le llame «arrepentido». Joseba Arregi Aramburu, que fue presidente del PNV de Guipúzcoa y consejero de Cultura y Turismo en el Gobierno vasco de José Antonio Ardanza, no tenía de qué arrepentirse, y, si al cambiar de ideas se le llama romper con el pasado de uno, entonces casi todos rompemos con nuestro pasado, salvo los muy imbéciles, que también abundan.

No traté mucho con Joseba Arregi. Si su amigo Mikel Azurmendi, fallecido unos días antes que él, fue uno de los más cercanos a mí durante casi treinta años, con Joseba no habré conversado directamente más de una decena de veces. Durante el confinamiento nos llamábamos por teléfono, para comprobar que seguíamos vivos. Pue bien, siempre que hablábamos él y yo, sin nadie más presente o ante alguna otra persona que entendiera el vasco, lo hacíamos en esa lengua, que era la suya materna y, entre las que he ido aprendiendo y haciendo mías a lo largo de los años, la que me resulta más querida, no porque fuera la de una parte de mis antepasados ni por manías identitarias, sino, fundamentalmente, porque era la de Mikel Azurmendi y Joseba Arregi, y la de muchos otros que se cuentan entre la mejor gente que he conocido.

Muy poco antes de que nos confinaran ilegalmente, en febrero de 2020, participé con Joseba en un coloquio sobre los mitos del nacionalismo vasco que organizaba en Madrid la Fundación Esteban de Garibay. Tras terminar, entramos con su presidente, Carlos Urquijo, en una cafetería de la Castellana. Era ya muy tarde y no había más parroquianos que nosotros. Aceptaron servirnos unas tortillas de patatas (quizá porque nos vieron pinta de vascos españolistas). Ante el estupor de Carlos, que, como su apellido indica y su nombre corrobora, viene de estirpe carlista alavesa, Joseba y yo nos lanzamos a entonar canciones eusquéricas de Sabino Arana y Goiri. Canciones, añado, que ya sólo conocíamos él y yo, por nuestro abolengo nacionalista, que se remontaba en mi caso a los orígenes del PNV en Vizcaya y en el suyo a los del mismo partido en Guipúzcoa. Hoy sólo yo sabría cantarlas. No lo haré, porque los vascos nunca cantamos si no es en compañía. Aunque, cuando lo hacemos, somos pájaros individualistas que cantan desde sus respectivos árboles genealógicos.

Cuando Joseba era consejero de Cultura, nos despellejamos alguna vez el uno al otro en la prensa local, pero, con el tiempo, el rechazo a la estupidez y a la barbarie nos fue acercando. Entre las muchas tesis de Arregi que aclararon el panorama moral del País Vasco, me quedo con una que me parece fundamental: ETA ha deslegitimado para siempre el independentismo abertzale, como el comunismo y el fascismo deslegitimaron los totalitarismos. Habrá quienes sigan intentando imponer estas ideologías criminales, pero no son tipos decentes.