Pedro García Cuartango-ABC
- Perelló recordó al inquilino de La Moncloa algunas obviedades, como que los jueces no obedecen ordenes de nadie
SIN apenas levantar la cara, sumida en los papeles que iba leyendo, Isabel Perelló, presidenta del Supremo y del CGPJ, reprochó ayer a Sánchez con palabras inequívocas su falta de respeto a la independencia del poder judicial. La tensión se respiraba en el aire cuando Perelló formuló su crítica ante el ministro de Justicia, que se esforzaba en disimular su contrariedad. Desde la Transición, nunca habíamos asistido a un choque tan frontal entre el Gobierno y la Justicia ni a una escenificación tan palmaria del abismo que se ha abierto entre los dos poderes.
A medida que Sánchez se ve acorralado por las investigaciones judiciales que afectan a su familia y su partido, crece su obsesión por lo que él considera una campaña de acoso y derribo por parte de los jueces. Su actitud recuerda a la de aquel dictador paraguayo, el protagonista de ‘Yo el Supremo’, la novela de Roa Bastos, que quiere castigar a quien se ha atrevido a agraviarle en un pasquín. El tirano considera que el pueblo debería estar agradecido por sus desvelos y su afán de combatir a los enemigos del país.
Sánchez reveló en la entrevista con Pepa Bueno que tiene un serio problema cuando aseguró que continuará gobernando sin presupuestos y que unas elecciones serían una perturbación de la buena marcha de la nación. Unas palabras que bien podría haber pronunciado el doctor Rodríguez de Francia, que gobernó Paraguay durante 24 años hasta su muerte en 1840. Fue en esa comparecencia cuando arremetió contra los jueces, subrayando que actúan con fines políticos.
Perelló recordó al inquilino de La Moncloa algunas obviedades, como que la separación de poderes exige un respeto institucional y que los jueces no obedecen ordenes de nadie. Una advertencia de que los tribunales no se dejarán intimidar por las amenazas y las descalificaciones.
El presidente del Gobierno tiene mucho poder, controla su partido y el grupo parlamentario y ha colonizado las instituciones. Pero no puede ganar este pulso a la Justicia. Las reformas que quiere llevar a cabo requieren tiempo y una mayoría parlamentaria de la que carece. Por eso, no podrá impedir que los jueces sienten en el banquillo a su hermano, al fiscal general del Estado y, tal vez, a su esposa.
La alocución de Perelló, una mujer adscrita al progresismo, es no sólo un golpe en la línea de flotación de la nave que pilota Sánchez. Es, sobre todo, la constatación del grave error cometido por el presidente al buscar un enfrentamiento con las togas.
Esto no le va a salir bien a Sánchez, mal asesorado y preso de un arrebato de arrogancia. Los jueces van a seguir apretando el cerco. Son en este momento la gran amenaza para que pueda terminar la legislatura, algo que él mismo ha puesto en evidencia con unos ataques insólitos en cualquier sistema democrático.