EL CORREO 01/10/13
FLORENCIO DOMÍNGUEZ
Los actos de recibimiento y bienvenida a los etarras que salen de las cárceles se han celebrado durante muchos años en el País Vasco sin que nadie interviniera para impedirlos. Sólo en los últimos años, cuando la sensibilidad hacia las víctimas se ha hecho más fuerte, se ha modificado el comportamiento de las instituciones que han estado más vigilantes para impedir homenajes a terroristas que resultan vejatorios para sus víctimas. Esa mayor vigilancia del Estado llevó ya a las Gestoras pro Amnistía a buscar fórmulas con las que eludir la responsabilidad penal sin renunciar a ensalzar a los etarras.
Esas convocatorias constituyen actos de reafirmación de la moral del terrorista individual y del colectivo al que pertenece, y simbolizan el apoyo del entorno político con las acciones de cada etarra y de la propia banda. Es una forma de arropar a los etarras que tiene la izquierda abertzale, de agradecerle los servicios prestados a la casa. «Las pintadas que hicieron para mi ongi etorri (bienvenida) todavía pueden verse por cualquier sitio, esto quiere decir que nos respetan mucho», escribía un etarra que ya había cumplido condena en una misiva incautada tras la detención de ‘Mikel Antza’.
Organizar más de un centenar de actos de homenaje a los terroristas durante el último año y medio es una de las acusaciones que se formulan contra la organización Herrira cuyos dirigentes fueron detenidos ayer por orden de la Audiencia Nacional. La izquierda abertzale invoca el nuevo tiempo político abierto tras el anuncio de la violencia de ETA para criticar los arrestos, pero no se plantea que en esa nueva época se tengan que poner fin a los actos de homenaje a quienes han sido los protagonistas directos del terrorismo.
Hay un tiempo nuevo, dicen, pero siguen las mismas prácticas del pasado en las filas de la izquierda abertzale. A fin de cuentas el pensamiento de la la izquierda radical con representación institucional no es muy diferente del que expresaba ETA en su comunicado del pasado viernes cuando justificaba su trayectoria terrorista y se negaba abiertamente a realizar la menor autocrítica por su pasado. Unos y otros están orgullosos de ese pasado y cada uno lo proclama a su manera, ya sea a través de comunicados, ya sea a través de homenajes.
El rechazo expresado por ETA en ese mismo comunicado al «suelo ético» aprobado por el Parlamento vasco no es una mera disquisición filosófica, sino que tiene importantes consecuencias prácticas. Por un lado, marca límites al juego político de EH Bildu que tiene ahora mucho más difícil aceptar los principios éticos básicos aprobados por el resto de partidos. Por otra parte, estimula la tarea de las organizaciones que se dedican a jalear a los miembros de ETA, pero sólo a aquellos que se hayan mantenido fieles a la ortodoxia de la organización terrorista. Como Herrira, por ejemplo.