EDITORIAL EL MUNDO – 19/09/15
· Ocupar todos los ámbitos de la vida pública ha sido una de las fijaciones históricas del nacionalismo. El proyecto independentista de Artur Mas y de quienes le acompañan en esta aventura, de cara a las elecciones del 27-S, ha acrecentado esta obsesión, de tal manera que la educación, la acción exterior o los medios de comunicación de titularidad pública contribuyen a reforzar la hegemonía política del bloque soberanista. En este contexto hay que insertar también el uso del deporte por parte de la Generalitat.
A la vieja aspiración de los nacionalistas catalanes por dotar a Cataluña de selecciones propias –en abierta contradicción con la legislación deportiva internacional–, se suma ahora la politización del Centro de Alto Rendimiento (CAR) de Sant Cugat. Se trata de una instalación deportiva de primer nivel, convertida en vivero de algunas de las principales estrellas del deporte español. EL MUNDO publica hoy que la Generalitat decidió el pasado 30 de junio nombrar como director del CAR, con un sueldo de 80.590 euros al año, a Carles Combarros, ex candidato de CiU a la Alcaldía de Santa Coloma de Gramenet. La designación se produjo tan solo un mes después de que Combarros cosechara los peores resultados de CiU en esta ciudad del cinturón de Barcelona –ningún concejal– y sin convocar un proceso de selección.
El perfil político del nuevo alto cargo ha levantado ampollas en algunas federaciones españolas, que no han dudado en hacer oír su voz por la creciente manipulación política de un centro del que se nutre el deporte español. Interrogatorios a deportistas por usar en algunas celebraciones la bandera de España y la recogida de firmas para el manifiesto Guanyarem–destinado, en teoría, a apoyar el deporte catalán pero usado por la candidatura independentista Junts pel Sí– son algunas de las prácticas llevadas a cabo en el CAR de Sant Cugat y denunciadas por deportistas de élite.
Se da la circunstancia que este centro está gestionado por la Generalitat, pero su mejor cliente es el Consejo Superior de Deportes, que abona más de dos millones de euros al año –un cuarto del presupuesto– para financiar sus becas. El Gobierno está obligado, por tanto, a revisar su contribución si la Generalitat persiste en su empecinamiento en usar el CAR con tintes partidistas y con una orientación descaradamente destinada al adoctrinamientro político.
La deriva rupturista de Mas y el llamado proceso soberanista, al que no ha dudado en sumarse el Barça de forma explícita, contrasta con la actitud exhibida por Pau Gasol en la hazaña rubricada anteayer por la Selección de baloncesto. «Jugar para tu país es especial, algo único, un orgullo», declaró Gasol al término del partido en el que España apeó a Francia en París en las semifinales del Eurobasket.
Mientras los nacionalistas catalanes se empeñan en dividir, sumidos en un delirio independentista que anhela hacerse omnipresente, algunos catalanes como Gasol muestran las virtudes de remar en la misma dirección. Política y deporte maceran un cóctel del que nunca suele obtenerse un buen resultado. Sin embargo, lejos del ansia nacionalista por instrumentalizar todo, el ejemplo de Gasol acredita que sumar voluntades contribuye al beneficio tanto de España como de Cataluña. Esa es la lección que debería extraer Artur Mas.
EDITORIAL EL MUNDO – 19/09/15