- Hay quien dice que si lo hace la izquierda es la voluntad popular; si lo hace la derecha es un golpe de estado
Cuando veo a las turbas asaltando el parlamento brasileño o el Capitolio en Washington, igual que a los separatistas lazis, que intentaron hacer lo mismo en el parlamento autonómico catalán o a los podemitas que instaban a rodear al Congreso – flaca memoria tienen los morados, vive Dios – recuerdo a Fray Luis de León que nos dejó una sabia frase a propósito de la violencia: no hay nada violento que sea durable, siendo violento todo lo malo e injusto. Porque en democracia se gana o se pierde, se combate y se debate, se cambia o se mantiene todo dentro de la ley. Es lo que distingue a un régimen democrático y parlamentario de un puerto de arrebatacapas, a una sociedad civilizada de la jungla.
Es la ley, la norma, el orden, el respeto al otro, el sometimiento a unas reglas iguales para todos. No valen las excepciones, los “pero es que nosotros llevamos la razón” ni cualquier otra excusa de enfermo, que se orina en la cama y dice que está sudando.
De ahí que me parezca farisaico y deleznable el rasgamiento de vestiduras que la izquierda socio comunista y sus excrecencias parlamentarias llevan a cabo ante los hechos que conmueven Brasil. “¡Los de Bolsonaro son unos fascistas que intentan subvertir el resultado de las elecciones!”, vociferan autoproclamándose defensores de la libertad. Es notabilísima su capacidad para mentir sin que se les caiga la cara de vergüenza. Ellos son los primeros que históricamente se han pasado por el arco de triunfo parlamentos, leyes, sistemas democráticos y lo que sea menester con tal de conseguir sus fines que no son otros que la implantación de regímenes dictatoriales.
Es notabilísima su capacidad para mentir sin que se les caiga la cara de vergüenza. Ellos son los primeros que históricamente se han pasado por el arco de triunfo parlamentos
Conste que a fuer de demócrata abomino de cualquier intento de tomar el cielo por asalto, repito, que hay mucho gañán al que hay que decirle las cosas tres o cuatro veces para que se entere. La democracia no consiste en contar esos votos. La democracia es un sistema de valores que obliga a mantener una actitud vital, cívica y moral delante de la vida y, singularmente, delante de tus contrincantes.
Por desgracia, en Brasil pasa algo similar a lo que vivimos en España. Un país prácticamente dividido en dos grandes bloques que no tienen el menor deseo de entenderse. Nadie quiere dar su brazo a torcer, ni la izquierda de Lula, la del Foro de Sao Paulo que es lo peor que le ha sucedido a Occidente en los últimos tiempos, ni un Bolsonaro que, por más votantes que tenga, no lleva la razón en el bolsillo de su pantalón en muchísimos asuntos. Lula ganó por un estrecho margen con el 50,9% de votos mientras que Bolsonaro obtuvo un nada despreciable 49,1%.
Eso es casi un empate técnico, pero no te da derecho a romper la baraja y asaltar la casa de todos. Aunque el sistema de recuento pueda no ser honesto, porque si hubiese ganado Jair ¿qué estarían diciendo los suyos? ¿El sistema de recuento era bueno cuando ganaba y ahora no? ¿Las elecciones son válidas en función si ganas o pierdes? Digo esto en alusión directa a quien gobierna por decreto ley, saltándose al Congreso y a sus controles parlamentarios y jurídicos, dictando normas que el Constitucional – el de antes, veremos el de ahora – ha declarado ilegales, aliado con golpistas, filo etarras y demás ralea.
¿Las elecciones son válidas en función si ganas o pierdes? Digo esto en alusión directa a quien gobierna por decreto ley, saltándose al Congreso y a sus controles parlamentarios y jurídicos, dictando normas que el Constitucional
El parlamento, los parlamentos, son terreno sagrado. Y no vale argumentar que son los míos quienes entran por las ventanas e irrumpen en el hemiciclo y por eso tienen derecho a ciscarse en las leyes. Sé que a muchos lectores no les gustará esto que digo, pero creo que contra la maldad no cabe ser más malo, lo que hay que ser es más inteligente. Y más rápido. Añadiría que a un servidor, como a Goethe, le repugna la violencia por ser enemiga de la naturaleza humana.