Sánchez: Es que, la Fiscalía ¿de quién depende?
Periodista: Del Gobierno.
Sánchez: Pues ya está.
(Radio Nacional de España. 6 de Noviembre, 2019)
No le vale a Pedro Sánchez citar nuevamente a la prensa para que los periodistas vayan a escuchar una sucesión de eslóganes y frases huecas. No le vale con humillar a mi profesión haciendo que mis compañeros tomen apuntes como si aún estuvieran en la Universidad. Fue el domingo pasado cuando vimos -y sentimos-, una vez más lo que presidente cree que es un periodista y cuál su función. El día que la oficina del secretario de Estado llame a la Prensa y esta diga que no, que no va a escuchar un sermón a La Moncloa si no hay preguntas, recuperaremos el único patrimonio que tenemos, o deberíamos tener, hasta el final e nuestra etapa laboral: el respeto. La decisión la han de tomar los que mandan en los medios, y no creo que haya muchos en este momento con la suficiente capacidad para tomar una decisión así, que ya sabemos que una cosa es la independencia económica y otra la editorial, y que sin la primera no hay segunda.
Es cierto que a los del Gobierno este asunto les importa poco porque la situación se repite una y otra vez. Si no hay preguntas nos engañaremos una vez más si a esta actividad la llamamos Periodismo. Ninguno estudiamos cinco años en la Facultad para tomar apuntes de una intervención a mayor gloria del gobierno y contada por el primer interesado, Pedro Sánchez. Muchas voces y una sola palabra. Ya. ¿Tiene Sánchez una palabra, una sola? En dos meses ha hecho gala de tener siempre una y la contraria. Yo, mí, me conmigo.
Hasta que tomaron posesión los ministros, la señora Delgado, la que almorzaba con Villarejo y Garzón y reían chistes de mariquitas, era ministra de Justicia en funciones y Fiscal General en ciernes
Creía que la ración de insolencia política y estupor era suficiente con esto cuando las radios echaban humo en la mañana de ayer al anunciar que la que hasta hoy ministra de Justicia -una ministra de trinchera, así se definió Dolores Delgado en junio de 2018-, se va a convertir hoy, en la reunión del primer consejo de ministros, en Fiscal General del Estado. Es más, ayer lunes y hasta que tomaron posesión los ministros, la señora Delgado, la que almorzaba con Villarejo y Garzón y reían chistes de mariquitas, era ministra de Justicia en funciones y Fiscal General en ciernes. ¿Alguien da más? Les aseguro que escuchaba la noticia y creía que quien la ofrecía se estaba equivocado, que no era posible, que una fuente informativa convertida en charco había intoxicado malamente al compañero de la radio. Pero era verdad.
Montesquieu está muerto, bien enterrado, pero la indignidad moral que significa este nombramiento acaba con la separación de poderes definitivamente y marca la hora y el día de la llegada de un nuevo régimen. Estupor es la palabra que define bien la manera declarada con la que Sánchez se dispone a utilizar a la Fiscalía para convertirla en una herramienta al servicio de los pactos y compromisos con los separatistas catalanes. Estupor y falta de decoro, eso y no otra cosa, es que una ministra de Justicia, que tiene toda la información que permite un puesto tan delicado, vaya directamente a la Fiscalía General y con las llaves en su bolsillo para abrir todos los cajones de la institución. ¿Se acuerdan de la salida de Garzón del Gobierno y lo que hizo nada más llegar a la Audiencia?
Dependencia orgánica
Y sí, es verdad, la Fiscalía General tiene una dependencia orgánica con el Gobierno, pero no funcional, y por eso hasta ahora ha estado del lado del interés general. A partir de la llegada de la señora Delgado está por ver. Ahora sabemos bien qué es eso de desjudicializar la política: vaciar de contenido a la Abogacía del Estado e intentar atar las manos de la Fiscalía General, y especialmente de los fiscales del Supremo.
Y sin embargo, hay que agradecer a Sánchez que que lo haga así, a la luz del día, sin complejos, sin que le tiemble la mano. Con la misma diligencia y falta de rubor el presidente se dispone a reunirse con Torra, un político inhabilitado por la Junta Electoral Central, decisión confirmada por el Supremo, por desobedecer a los tribunales. Si quieren saber qué piensa Sánchez de la Junta Electoral y del Supremo vaya tomando nota. Nadie lo va a parar.
Nepotismo rampante
Quizá sea una ingenuidad reparar en esto sabiendo que venimos de un Gobierno que nació al albur de unos acuerdos que surgieron en reuniones con un partido separatista y con su jefe en la cárcel. Poco a poco vamos tragando ruedas de molino, tesis que esbozaba ayer aquí y con acierto Álvaro Nieto al denunciar la barbaridad de que un matrimonio este sentado en el mismo Consejo de ministros, y uno a las ordenes del otro. Ella de él. Pero claro, puede que uno se un machista y no sé cuantas cosas más por escribir que esto no puede ni debe permitirse.
Y así seguiremos, creyendo -los que se lo crean-, que lo que pasa tiene un punto de normalidad. No lo tiene. Simple y llanamente está cambiando un régimen, y a lo que se ve queda poco espacio para la decencia política y el interés general. Pero esto, ¿a quién le importa?