Isabel San Sebastián-ABC

  • Sánchez escurre el bulto tras el burladero de Madrid y carga sobre Ayuso la culpa de su fracaso

El Covid se ceba en los españoles con saña, multiplica el número de casos, dispara la cifra de fallecidos, colapsa la atención primaria, amenaza toda la estructura hospitalaria, arruina a los ciudadanos, hunde la economía… mientras el Gobierno de España escurre el bulto tras el burladero de Madrid, sin otra preocupación que eludir su responsabilidad y conservar la poltrona. ¡Asco y vergüenza!

La capital sufre, sí. Es el kilómetro cero de la Nación, el punto de confluencia de todos los caminos, una urbe densamente poblada y la principal puerta de entrada al país. La cancela en la que este Ejecutivo ha rehusado obstinadamente establecer cualquier tipo de control, no sabemos si por pura inepcia, por sectarismo o con el propósito deliberado de perjudicar a una plaza que se resiste políticamente a la izquierda desde hace ya varios lustros, a pesar de haber desplegado ésta todo su poder mediático en el empeño de conquistarla. ¡Asco y vergüenza!

El mal se expande deprisa por todas partes, dejando en evidencia el fracaso de un Pedro Sánchez impotente e incapaz, que antes de irse a disfrutar de sus regias vacaciones afirmaba triunfante: «Hemos vencido al virus y salimos más fuertes». Incluso pagó con nuestro dinero anuncios en todas las portadas de los periódicos proclamando esa consigna infame. Un embuste más de los muchos que jalonan su mandato y le han llevado hasta donde está. Pero él no se da por aludido; es más, ahora se atreve a decir que «el confinamiento no existió» y apunta toda su artillería contra la Comunidad de Madrid, convertida en chivo expiatorio de su propia culpa. Nada nuevo bajo el sol. Todos los sátrapas que en el mundo han sido han hallado el modo de cargar sus faltas sobre las espaldas de otros, recurriendo a su maquinaria propagandística para sembrar odio contra las víctimas escogidas. En este caso, Isabel Díaz Ayuso, señalada como la mala de una película en la que el presidente se dispone hoy a interpretar el papel de héroe que acude al rescate de la incompetente dama en apuros. ¡Asco y vergüenza!

Fernando Simón, el presunto epidemiólogo encargado de encabezar la batalla contra esta peste, se ha pasado una semana buceando y montando en globo en Mallorca, mientras miles de personas se contagiaban y cientos sucumbían a la plaga. «No podía más», aduce. ¿De difundir las mentiras oficiales? ¿De errar en el diagnóstico y el pronóstico? ¿De silenciar la verdad? ¡Asco y vergüenza!

El vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, encargado de las residencias donde cayeron fulminados miles de ancianos y otros tantos podrían sufrir idéntica suerte si no se toman medidas urgentes, centra sus esfuerzos en derribar a la Monarquía, dinamitar la Constitución y salir indemne de los múltiples casos de corrupción que penden sobre su cabeza y la de su partido, Podemos. La vicepresidenta, Carmen Calvo, anda muy ocupada evocando a los muertos de hace ochenta años y buscando el modo de imponernos por ley un único modo de pensar y una historia falseada a la medida de su ideología. ¡Asco y vergüenza!

No hay dinero para contratar médicos o rastreadores, ni para pagar los ERTE o esa renta mínima vital que se anunció a voz en cuello pero no llega a los bolsillos, ni para auxiliar a los autónomos que lo han perdido todo, ni tampoco para proporcionar subsidios a quienes se ven obligados a guardar una cuarentena que les impiden generar ingresos. Sí lo hay, en cambio, para sufragar una legión de asesores a sueldo de ministerios inútiles cuya existencia misma constituye un insulto al sentido común. ¡Asco, más asco y mayor vergüenza!