IGNACIO CAMACHO-ABC

  • Los socios de Sánchez le aprietan las tuercas para que sea consciente de lo que le espera después de las europeas

Esta legislatura sólo la pueden tumbar los socios de Sánchez, y no es probable que lo hagan aunque amaguen. La retirada de apoyos parlamentarios en leyes concretas hay que interpretarla en clave electoral y como un tanteo a modo de exhibición de fuerza para que el presidente sepa lo que le espera después de las europeas. Pero a ninguno de los aliados le conviene dejar caer un Gobierno cuya debilidad aritmética les proporciona réditos imposibles de obtener de otra manera, y menos permitir la eventualidad de un regreso al poder de la derecha. Tras el 9-J medirán la presión de la asfixia para mantener al Ejecutivo con respiración asistida, como mínimo hasta que el panorama catalán se aclare y se sepa si Puigdemont se retira, se echa al monte o aprovecha la amnistía para enarbolar la bandera de la legitimidad independentista.

Hasta entonces habrá varios escenarios abiertos, incluido el de un salto de Sánchez a un puesto en la UE, donde está por decidir la presidencia del Consejo, con la candidatura del portugués Antonio Costa pendiente de su definitiva exoneración por el Tribunal Supremo. De seguir todo como hasta ahora, ‘sic rebus stantibus’, el momento crucial será la fecha de presentación de los Presupuestos. Aun existiendo margen legal para otra prórroga si no hay acuerdo, el presidente tendría que decidir si le merece la pena continuar el juego o asumir el riesgo de darle una patada al tablero.

Antes hay que pasar por las urnas comunitarias, que servirán de test para comprobar hasta qué punto es verosímil la hipótesis de la alternancia. El pronóstico demoscópico apunta una victoria del PP aunque su ventaja, que hace dos meses era de más de diez puntos, se reduce cada semana. El voto antisanchista es sólido pero el PSOE aguanta a base de devorar literalmente el espacio a su izquierda hasta empujar a Sumar a una posición de irrelevancia práctica. En términos porcentuales, la distancia entre los dos grandes partidos podría parecerse a la del pasado verano, con la diferencia de que en una extrapolación por circunscripciones provinciales los socialistas aumentarían su facturación en escaños. El presidente, que hace cuentas por bloques, sacará pecho si logra ése o parecido resultado, pero difícilmente se aventurará a un adelanto de las generales sin verlo muy claro.

Así las cosas, es menester volver al principio: el mandato está en manos del actual conglomerado de mutualistas políticos, donde los separatistas, enfrentados entre sí, desempeñan un papel decisivo. La oposición carece de empuje para forzar un final anticipado mientras el fantasma de la ultraderecha funcione como seguro de vida del sanchismo. El Gobierno quizá no pueda legislar ni gobernar en sentido estricto pero puede resistir en el poder, que es su verdadero objetivo. El precio, eso sí, consiste en una sociedad fracturada por un irresponsable enfrentamiento cívico.