Así están las cosas

IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • El Gobierno pasa del BCE. No debería: enfadarse con el acreedor es siempre una mala opción para el deudor

La UE se preocupa por el desarrollo y el buen uso de los fondos atribuidos a España. La preocupación es ya indisimulada y se ha hecho explícita. La propia presidenta de la Comisión de Control del Parlamento Europeo aseguraba en público no tener «ni idea de cómo gasta España el dinero que recibe». Hay dos vertientes distintas. La enorme dotación de los fondos Next-Gen estaba pensada para reanimar la economía europea tras la postración a la que le sometió la pandemia del covid. A nosotros nos tocaron 70.000 millones en forma de subvención a fondo perdido, que han sido incrementados después en otros 8.000 más y en unos 80.000 millones en forma de préstamos livianos. Estos habrá que devolverlos de manera directa y los primeros también, pero de forma indirecta, a través de mayores aportaciones a los presupuestos comunitarios. Para conseguirlos hay que hacer dos cosas. Una, cumplir una serie de hitos, básicamente reformas, que hay que implantar para mejorar el buen funcionamiento de la economía en general. Hablamos de cosas tan importantes como la reforma de las pensiones, la de las universidades y la fiscal.

Las pensiones han sido reformadas, pero lo han hecho en el sentido de incrementar el gasto (consecuencia de su indexación con el IPC) mucho más que el ingreso, a donde solo llega la subida de las cotizaciones, manifiestamente insuficiente para cubrir el agujero financiero que presentan sus cuentas. Es decir, aquí hay mucha tela que cortar y mucho trabajo, socialmente desagradable, que cumplir. Lo de las universidades es otro mundo. ¿Sabe usted quién es el ministro encargado de ello? Yo se lo digo, se llama Joan Subirats y fue propuesto por Podemos. Sin noticias. Su mayor logro es haber hecho bueno a su antecesor, Manuel Castells, que más que un ministro era un holograma. La fiscal es una materia mucho más compleja en la que el Gobierno ha avanzado mucho. Aquí el problema no es la distancia recorrida, sino la dirección elegida.

Esta misma semana, la mismísima presidenta del Banco Central Europeo firmó en carne mortal una durísima e inusual crítica a la última decisión. Como bien sabe, el Gobierno ha decidido que la mejor manera de enderezar las encuestas y recomponer la ilusión perdida es desenterrar la batalla de clases, ricos contra pobres, y erigirse en el paladín de los segundos. A quienes, sin embargo, no ha tenido reparos en ‘levantarles’ casi 30.000 millones de euros, básicamente a través del IVA, como consecuencia de la inflación y de su tenaz oposición a deflactar. Puesto a ello, ¿qué mejor y más popular idea que penalizar a los grandes ogros de la banca y la energía? Ya veremos cómo termina este último, pero el de la banca lleva más camino recorrido.

Fue un impuesto ‘preventivo’, pues se dirigía a penalizar al sector por el inadmisible hecho de que iban a mejorar mucho sus márgenes como consecuencia de la subida de los tipos. Digo preventivo porque cuando se presentó no habían empezado todavía a subir. Claro que, si los márgenes suben con los tipos -lo cual es cierto-, hay que recordar que también bajan con ellos y que llevamos varios años de tipos prácticamente nulos. ¿Se preocupó alguien de la severa reducción de márgenes que se produjo? No, claro. El sector financiero es malo cuando pierde dinero y hay que rescatar a alguna entidad -habitualmente, de titularidad pública-, pero es peor cuando lo gana. ¡Una desfachatez! El Gobierno pasa del BCE. No debería. Una cosa es que su opinión no sea de obligado cumplimiento y otra muy distinta es que sea inocua e irrelevante. Enfadarse con el acreedor es siempre una mala opción para el deudor.

Además de las reformas hay otra vertiente que vigila Europa y que es el uso de los fondos. ¿Están llegando a sus destinatarios? No se sabe, nadie lo sabe. Los sistemas de auditoría no funcionan. Las autonomías se cansan y empiezan a hablar de fracaso (lo dijo el consejero de Economía y lo ratificó el portavoz del PNV), mientras que las empresas muestran su disconformidad de manera discreta. Que se utilice mal tantísimo dinero es un desastre, que no se sepa cómo se utiliza es incomprensible. Así están las cosas, qué quiere que le diga…