Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Hace tiempo que sabemos que con los políticos hay que fijarse en lo que hacen y no en lo que dicen. Si no fuera así habría que convenir que no habrá presupuestos del Estado en el año 2025. ¿Por qué? Pues porque si Junts cumple lo que ha dicho, y se le entiende bien -no como a María Jesús Montero que no se le entiende absolutamente nada-, será así. «Queremos el control, que Cataluña mande sobre todos los ingresos y sobre todos los gastos y todas las políticas. Si se creen que hemos luchado por la independencia para acabar conformados con un poco de gasto, es que todavía no han entendido como actuamos». Se acabó la historia.
Soy un ferviente admirador de la inagotable capacidad de nuestro presidente para acomodar sus numerosas virtudes con sus urgentes necesidades, pero eso no es el Concierto vasco, es bastante más que el Concierto vasco. Y aunque a él le dé igual una cosa que su contraria, si cede en esto se le incendia el partido.
Parece claro que el obediente y complaciente Santos Cerdán no ha conseguido convencer a Junts a pesar de trasladarse a Suiza, sonreír, aceptar al mediador, doblar la cerviz y volver a sonreír. Parece que no ha doblado la cerviz con el ángulo suficiente. Para evitar otra derrota el Gobierno retira la propuesta, pero si la oferta hecha a ERC les ha parecido poco generosa, ¿qué le queda por ceder? Como no sea el referéndum de independencia disfrazado de consulta o de lagarterana…
¿Qué pasa si al final no hay presupuestos? En el terreno económico poca cosa. El Gobierno ha aprendido a funcionar sin ellos y gracias al empleo desaforado de los créditos presupuestarios, al buen momento de los ingresos fiscales, a la no deflactación del IRPF y al mantenimiento del maná de los fondos europeos, la tesorería sigue boyante y el gasto no cesa.
En el terreno político es otra cosa. Un gobierno sin presupuestos es un viajero en medio del desierto sin GPS. No puede hacer planes de reforma, ni enviar compromisos de consolidación creíbles a Bruselas. No puede dirigir el país, que baja sin control por el río empujado por la corriente. Sánchez aseguró que sin presupuestos hay que convocar elecciones, pero eso lo dijo cuando no era presidente y, como usted sabe, el punto de mira modifica el resultado de la observación.
Un gobierno sin presupuestos es la constatación de que no era cierto aquello que gritó desde el balcón de Ferraz tras las elecciones y sobre lo que ha construido la legislatura: «Somos más». ¿Quiénes somos más? Junts ha encontrado la receta perfecta. No presta sus votos para echar a Sánchez, pero si para impedirle gobernar. Y así, ¿hasta cuándo?