De qué sirve acompañar en el sepelio a la última víctima si ponemos en el balcón consistorial de Bilbao un símbolo relacionado con un condenado de ETA, justo encima de donde habló la viuda. Detrás vendrán otros actos y carteles para movilizar a sus gentes; el chupinazo ya está lanzado. ETA va a desaparecer, pero no se lo deberemos al Ayuntamiento de Bilbao.
Hubo una época en la que mirases a donde mirases te topabas con algún cartel, pancarta, o pintada del mundo de ETA. Esta situación alcanzaba la saturación en espacios festivos, actos de apoyo al euskera, en diversas facultades y en determinadas localidades o barrios de nuestra Euskadi profunda. La ocupación publicitaria del espacio se podía llegar a entender como precursora de la militar y política que podría venir tras ella si sus promotores llegaban al poder. Las cosas, gracias no sólo al interés del Departamento de Interior que quita los carteles, empiezan a cambiar.
A la iniciativa de Interior se une una política del Gobierno, pactada con el PP en su acuerdo para la investidura del lehendakari, de defensa de los derechos del ciudadano y de la libertad, de apoyo a las víctimas del terrorismo, con gestos como la reciente recepción en Ajuria Enea de sus colectivos. Y, sobre todo, la actitud ante el asesinato de la última víctima marca un antes y un después, pues se superó la unidad del coro de las plañideras, la del lamento, por el de la conjura contra los violentos en defensa de la libertad. Y esto no gustó a algunos.
Consecuencia de este nuevo ambiente es la publicidad y la sinceridad llamativa con que se ha ofrecido a la opinión pública el informe del Ararteko sobre la actitud de nuestra juventud ante el terrorismo. Era hora de que se conociesen datos significativos, que se publicara la relación entre ámbitos sociales y lingüísticos y la aceptación de esta lacra, ante lo que tengo que aclarar que el euskera no tiene ninguna culpa; quizás sí algunos de los que lo enseñan y más el entorno del alumno. Sin duda alguna, la libertad va ganando parcelas no sólo por acción de nuestros de policías, sino por la labor pedagógica, siempre necesaria, de los políticos y cargos públicos que nos representan y dirigen.
Pero así como hubo gente a la que no le gustó la intervención de la viuda de Puelles en el funeral de su marido, sigue habiendo hechos que acechan la libertad de los ciudadanos, como el del gobierno municipal de Bilbao -nada menos que de Bilbao, no el de Natxitua- aceptando la imposición de la asamblea de comparsas en el nombramiento como txupinera de la hermana de un terrorista. De qué sirve acompañar en el sepelio a la última víctima si ponemos en el balcón consistorial nada menos que un símbolo relacionado con un condenado de ETA, justo encima de donde habló la viuda. Detrás de Bilbao vendrán otros actos y carteles para movilizar a sus gentes, el chupinazo ya está lanzado para todas las fiestas. Días antes había presentado el PNV a Patxi López una propuesta para la estabilidad institucional.
Con actos como ese se sabotea la política del Gobierno vasco para erradicar el terrorismo. Y Bilbao, que no se rindió ni siquiera en 1937, pues fue ocupado tras combates en el monte Artxanda, se ve mancillado por la inconsciencia o el cinismo. ETA va a desaparecer, está ya está desapareciendo, pero no se lo vamos a deber al Ayuntamiento de Bilbao.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 21/7/2009