FERRAN BOIZA-EL MUNDO

En la Asamblea de Madrid se dirimían ayer dos liderazgos, el de la Presidencia, que estaba claro que iba a caer del lado de Isabel Díaz Ayuso, y el de la oposición, mucho más incierto, pero que Íñigo Errejón tenía intención de disputarle a Ángel Gabilondo. Un liderazgo, este segundo, quizás efímero, porque el ex ministro socialista tiene un pie y medio fuera del hemiciclo de Vallecas y el líder de Más Madrid cruza los dedos para que Pedro Sánchez no sea investido presidente, vayamos a la repetición electoral y pueda acabar de desahuciar a Pablo Iglesias exportando al Congreso la formación política que se inventó con Manuela Carmena mientras hacían empanadillas. Cada día que pasa, Errejón es menos convincente cuando dice que no habrá Más España. «Me lo dicen por la calle», ha llegado a verbalizar esta misma semana en una emisora de radio.

Tan acelerado va Errejón, que ayer se pasó de frenada con Díaz Ayuso. Con un tono condescendiente, displicente, poniendo en duda la capacidad intelectual y la preparación de la presidenta electa de Madrid, el diputado Errejón dijo mucho más de él mismo que de la nueva lideresa madrileña. ¿Qué hubiera pasado en la bancada de Más Madrid si un diputado popular hubiera tratado con ese desdén a una dirigente de esa formación? A buen seguro, las redes sociales hubieran ardido.

Errejón, seguramente uno de los diputados más preparados e intelectualmente sólidos del parlamento madrileño, no escatimó descalificaciones: «Tengo miedo de una presidenta que no tiene capacidad de mantener un debate de 15 minutos». Fue un intercambio bronco que, contrariamente al que debía ser el objetivo de Errejón, deparó los mejores minutos de Díaz Ayuso, que ayer se olvidó de leer, improvisó y mejoró notablemente respecto al día anterior. Hay que admitir que Ayuso le había provocado recordándole su beca black o sus vínculos con el chavismo –«Tiene las manos manchadas de dictadura», llegó a decirle en su réplica–, pero su salida de tono le dejó el camino despejado a Gabilondo, que con su habitual hablar pausado pero incisivo se reivindicó por la tarde como el verdadero líder de la oposición. Esté lo que esté en Vallecas. «Desterremos de la Asamblea las interperlaciones personales, evitemos pasar momentos de bochorno, reivindiquemos la cortesía parlamentaria», riñó a los presentes.

El rifirrafe entre Díaz Ayuso y Errejón fue el momento de mayor intensidad de un debate en el que PP y Ciudadanos asumieron el último documento de Vox. «Contiene medidas perfectamente asumibles por el nuevo Gobierno», dijo un IgnacioAguado, que nunca fue tan lejos. El que será vicepresidente de Díaz Ayuso, que dedicó exactamente la mitad de su discurso a hablar de Venezuela, consiguió la cuadratura del círculo: no nombrar ni en una sola ocasión a la que será desde el lunes su presidenta. Claro que había empezado el día cambiándose de escaño para dificultar que los fotógrafos lo inmortalizaran junto a Rocío Monasterio, imagen que al final no pudo evitar.