Del Blog de Santiago González
La flamante presidenta de Ciudadanos tomó la palabra en el Congreso impecablemente ataviada, con su vestido negro premamá, sus guantes hasta la mitad del antebrazo y su mascarilla. Recordaba un poco el estreno que tuvo como ministra de Defensa la malograda Carme Chacón, con un embarazo de ocho meses, pasando revista a la tropa formada en el patio del Ministerio que estrenaba. Era el 14 de abril de 2008 y los tres datos que coincidían en la fecha, La República, la primera ministra de Defensa y el hecho de que estuviese embarazada, eran lo que a Zapatero le parecían los mimbres de una jugada maestra. Ella, la bella Inés, no tuvo que gritar: “¡Capitán, mande firmes!” No había capitán y tampoco uniformados.
Solo tuvo que hablar con las palabras adecuadas y ordenadas con una cierta sintaxis. Ella no es Adriana Lastra, como dejó claro en su intervención, aunque sus argumentos, todos estimables, pecaban de alguna incoherencia, al rematarse con un voto positivo. Una incoherencia en la que también incurrió Casado, con un buen discurso, inadecuadamente abrochado con la abstención.
¿Había que extender el estado de alarma otros quince días? Muy probablemente, pero a condición de no creer en que Pedro Sánchez tiene enmienda a estas alturas. Bastaba ver la impavidez facial, la mirada inerte y la expresión estólida del presidente mientras intervenía Inés Arrimadas. Sus promesas habían decaído en la misma conversación telefónica en que las formuló. La presidenta de C’s puso mucho empeño en deslindar su voto afirmativo de un apoyo al doctor Fraude: “Después de la votación, este Gobierno seguirá teniendo 155 escaños, ni uno más, ni uno menos”, dijo, aunque solo 24 horas después manifestaba su predisposición a aprobarle los presupuestos, ofrecimiento que ya ha aceptado la ministra de Hacienda y portavoz.
El hombre que Arrimadas tiene de vicepresidente en Madrid, Ignacio Aguado, no debía de estar de acuerdo con ella, porque empujó a su presidenta hacia la solicitud del paso a la zona 1, contra la posición de Ayuso para que el Gobierno revolcara la petición. Aguado ha pasado a la discreción mientras Pablo Iglesias acusaba a la presidenta de hacer propaganda. Recuerden al tuercebotas en Zaragoza: “¿Entre Educación y propaganda? Propaganda, sin lugar a dudas”. Yo no sé esta mujer qué les da, pero les pone atómicos. Nuestros hijos y nietos verán en las hemerotecas que cuando llevábamos contabilizados 25.000 fallecidos por la pandemia, la izquierda que la gestionaba ponía todo su empeño en denunciar el acuerdo de Ayuso con Telepizza para suministrar menús a niños de familias con pocos ingresos. Dos meses ha durado el convenio y al término del mismo Telepizza ha aclarado que ha servido pizza en ocho ocasiones, una vez por semana. O sea, como en mi casa.
La suerte de Arrimadas es que tiene un club de fans, haga lo que haga. Ayer, un columnista generalmente muy aseado, escribía en El Español: “Diez diputados de Ciudadanos han provocado con un solo ‘sí’ más grietas, nervios y sofocos en la coalición de Gobierno que los 140 diputados de PP y VOX en dos meses”. Joder si llegan a hacerlo cuando tenían 57. O cuando ganaron las autonómicas de Cataluña.