José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- La izquierda sigue el ‘Arte de la guerra’ de Sun Tzu y trata de evitar la presidencia de Ayuso utilizando su capacidad de absorción de votos para que Vox y Ciudadanos no lleguen al 5%
Las elecciones —y más si son adelantadas— las carga el diablo. Este dicho forma parte de la gramática parda de la política y la experiencia corrobora que no es una prevención indocumentada. No están justificadas las enormes —exorbitantes, diría yo— expectativas del PP sobre la victoria incuestionable de Isabel Díaz Ayuso el próximo 4 de mayo en Madrid. No hay margen de duda sobre que la lista popular será la más votada. La presidenta de la comunidad podría duplicar sus actuales 30 escaños y superar el 40% de los votos. Pero en un sistema parlamentario, ganar las elecciones no significa necesariamente gobernar. O en otras palabras, Díaz Ayuso podría obtener una victoria pírrica. Veamos las razones.
La primera es que los partidos de izquierda, con más perspicacia de la que pudiera parecer en principio, están practicando el consejo de Sun Tzu plasmado en su ‘Arte de la guerra’ según el cual “si utilizas el enemigo para derrotar al enemigo, serás poderoso en cualquier lugar al que vayas”. El aterrizaje de esta enseñanza en la precampaña madrileña consistiría en potenciar al máximo la capacidad de absorción electoral de la presidenta de Madrid para que logre anular las posibilidades de que Vox y Ciudadanos superen el 5% de los votos y no dispongan así de representación parlamentaria. Si sucediera, Ayuso solo podría gobernar con una improbable mayoría absoluta (69 escaños o más de un total de 136).
La hipótesis de que los partidos de Monasterio y de Bal se queden a las puertas de la Asamblea de Vallecas es verosímil. Vox obtuvo 285.000 papeletas en las elecciones de 2019, lo que correspondió a un porcentaje del 8,86%. No sería disparatado suponer que el fuerte atractivo de Díaz Ayuso para los votantes de Vox le restasen a su candidata entre tres y cuatro puntos y, por tanto, quedase como fuerza extraparlamentaria. Que, seguramente y según un consenso casi pacífico en las encuestas (por ejemplo, la de este lunes del CIS), es lo que le ocurrirá a Ciudadanos, en caída libre. La lista del PP solo puede doblar sus efectivos si se hace con la parte del león de los electores naranjas de 2019 (625.000 sufragios) y ‘roba’ a Rocío Monasterio parte de los suyos. Y si así fuera —al ser improbabilísima la trasferencia de voto entre bloques—, el PP obtendría un victoria tan grande como inútil. Y la izquierda lo sabe lanzando fuego graneado exclusivamente contra la presidenta madrileña para que concentre voto, ninguneando a Vox y a Ciudadanos.
¿Cómo podría resolver la dirección de campaña de la popular este riesgo? No es fácil. Depende mucho más de la capacidad de Vox y Ciudadanos de sacar la cabeza y hacerse un hueco que de la estrategia de la presidenta. Si Monasterio, por una parte, y Bal, por la otra, no despuntan con claridad en las dos próximas semanas, el riesgo de que Díaz Ayuso no tenga pareja de baile en la Asamblea madrileña es más que probable. La jugada de Iglesias adquiriría así un mínimo sentido en la medida en que su candidatura reduce por completo el riesgo de que Unidas Podemos se quede por debajo del 5%, una posibilidad cierta antes de que el secretario general morado dejase el Gobierno y su acta en el Congreso. No hay que olvidar que los morados se situaron en 2019 en el 5,56%.
La segunda razón que aconseja una gran cautela en la predicción de los resultados del 4 de mayo en Madrid es el efecto, o los efectos, de la pandemia. No sabemos cómo de eruptivas serán las cifras de la infección por coronavirus dentro de menos de un mes; cómo estará de estresado el sistema hospitalario de la comunidad; cómo evolucionará el número de fallecidos, y qué logros habrá obtenido para entonces el plan de vacunación. Si esas variables empeoran, la oposición tendrá munición contra Ayuso y el PP, sobre los que volcará reproches que podrían llegar a hacer mella en la franja electoral de los que aún no saben qué sentido darán a su voto.
No solo eso, la pandemia impacta sobre la participación. Durante la crisis sanitaria se han celebrado tres comicios autonómicos: en el País Vasco y Galicia, el 12 de julio del pasado año, con una participación del 52,8% y 58,54%, respectivamente, ambas muy bajas, en particular la vasca. En Cataluña, el pasado 14 de febrero, solo votó el 53,54%, igualmente una participación baja, sin duda influida por el temor a la infección. Una inquietud que afecta, además, a las personas de mayor edad, que forman la franja electoral más proclive al voto del PP. No es probable que el 68% del censo electoral madrileño se acerque —como en 2019— a los colegios electorales. Ese previsible doble impacto de la pandemia, en el argumentario de la izquierda y en la participación, puede ser un factor que también incida negativamente sobre las posibilidades últimas de que Ayuso repita gobierno en la Comunidad de Madrid.
La conclusión es que los comicios del 4-M se avizoran con unos resultados menos predecibles de lo que hasta ahora se ha venido propalando; que la victoria del PP está descontada, pero no así que repita Díaz Ayuso en la presidencia, y que sus oportunidades dependen de que su propia capacidad de sumar electorados que antes votaron a Vox y a Ciudadanos no sitúe ambos partidos por debajo del 5%. Y además, atentos a la evolución de la pandemia y a su impacto sobre la participación.