José Antonio Zarzalejos-El Confidencial
- El nuevo presidente del PP logró en Valencia reconciliar a Aznar y Rajoy enviando un potente mensaje de unidad a las bases, cuadros y electorado de la organización que ha asumido la ley de plazos del aborto
Núñez Feijóo logró un notable éxito de régimen interno y una proyección pública especialmente importante en la convención intermunicipal del PP en Valencia el pasado fin de semana. Consiguió lo improbable: la reconciliación —según todos los indicios, sincera— entre José María Aznar y Mariano Rajoy. El distanciamiento entre ambos era una fisura en el partido. Restaba energía a la organización. Establecía la dicotomía entre marianistas y aznaristas (no hay casadistas en el PP como quería suponer algún medio de comunicación). Y deshacer «el nudo de la enemistad no era fácil», según partidarios del uno y del otro.
¿Cómo se produjo el desencuentro entre Aznar y Rajoy, después de que el presidente del Gobierno designase a su vicepresidente en 2003 como su sucesor con preferencia sobre Rodrigo Rato y Jaime Mayor Oreja? Según la versión de los próximos a José María Aznar, «todo empezó en 2008, cuando Rajoy pierde por segunda vez las elecciones frente a Rodríguez Zapatero». Según esta versión, el expresidente es borrado del «imaginario del partido». María San Gil, corresponsable de la ponencia política en el Congreso de Valencia, dimite y «se impone el doble mensaje: acercamiento a los nacionalistas sin los que es imposible gobernar y repliegue tecnocrático». Y aunque los partidarios de Mariano Rajoy atribuyen a Aznar «frustración» e «inadaptación a su nueva situación de expresidente», lo cierto es que la cuestión que les separaba era de actitud y de disposición para encarar la gestión de los problemas.
La carta de la ruptura
En diciembre de 2016, Aznar escribe la siguiente carta a Mariano Rajoy que formaliza la ruptura entre ambos. El texto de la misiva decía así:
«Quiero comunicarte, por medio de estas líneas, mi decisión de renunciar a la presidencia de honor del Partido Popular. Hace ya 5 años, en el último congreso nacional, los militantes del Partido Popular tuvieron la generosidad, una vez más, de elegirme su presidente de honor, lo cual fue para mí, como siempre, un orgullo. Hoy la nueva situación de la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES), que, desde su creación en Valladolid en 1989, siendo yo presidente de la Junta de Castilla y León, ha estado vinculada al Partido Popular; su independencia y, por consiguiente, su desvinculación del Partido Popular, aconseja, sinceramente, esta decisión. Ningún patrono de FAES ocupa cargo alguno, ni tan siquiera honorífico, en ninguna formación política. Como presidente de FAES no deseo ser una excepción. Esta decisión, junto a otras consideraciones que alargarían innecesariamente estas líneas, significa, también, mi no participación en el próximo congreso del Partido Popular.
Y continuaba: «He participado en todos los congresos del Partido Popular desde 1979. Será la primera vez que no lo haga, y, por lo tanto, quiero expresar mis mejores deseos de éxito en tan importante cita. En conclusión, después de haber sido durante 8 años presidente del Gobierno de España; durante 14 años presidente nacional del Partido Popular y durante otros tantos su presidente de honor, mantengo mi condición de militante del Partido Popular, adquirida hace casi ya 38 años. No tengo palabras para expresar mi gratitud, reconocimiento y afecto a los militantes del Partido Popular por su dedicación, esfuerzo y servicio a España y, particularmente, por su generosidad y lealtad hacia mí durante tantos años. Me siento muy orgulloso de ser uno más entre ellos. Aprovecho la ocasión para desearte los mejores aciertos en tu tarea en estos momentos tan importantes y difíciles».
La misiva era, de hecho, una ruptura de relaciones en toda regla. Efectivamente, la Fundación para el Análisis y Estudios Sociales (FAES) que reunía a otras cinco, se desgajó del PP a partir de enero de 2017, se financia desde entonces sin subvenciones públicas y sin fondos del partido y en su patronato no figuran miembros natos de la organización popular. De tesis liberal-conservadoras, FAES se configura como un laboratorio de ideas con relaciones estrechas con otros de similar perfil en varios países europeos y americanos. Y aunque secundó en lo sustancial al Gobierno del PP de Rajoy, actuó con independencia de los criterios de Génova.
El fracaso de Casado
Pablo Casado, elegido presidente del PP el 21 de julio de 2018, tras la moción de censura que tumbó a Rajoy de la presidencia del Gobierno y de la del PP, es arropado, aunque sin manifestaciones expresas, por el sector aznarista que le prefiere a la también candidata Soraya Sáenz de Santamaría, vicepresidenta del Gobierno con Rajoy que ganó las primarias, pero perdió el XIX Congreso extraordinario porque Casado obtuvo el apoyo de la tercera en discordia: María Dolores de Cospedal, ministra de Defensa con Rajoy, le cedió sus compromisarios. Aquel mes de julio muchos en el PP esperaban que Núñez Feijóo diese el paso y presentase su candidatura. Él justifica no haberlo hecho por su compromiso con los gallegos —tal y como declaró a El Confidencial el pasado 29 de enero— pero otras versiones aducen que el presidente de la Xunta de Galicia habría esperado la petición expresa de Rajoy para presentarse. Y esa petición no llegó.
Lo cierto es que la elección de Casado procuró un acercamiento entre las dos corrientes del partido que, ante una situación como la creada por Pedro Sánchez y el nuevo PSOE, se sintió en la obligación de apretar filas. Y cuando esa percepción resultó por completo nítida fue con la caída precoz de Pablo Casado que, enfangado en un estéril enfrentamiento con Isabel Díaz Ayuso, fue prácticamente destituido y sustituido por Núñez Feijóo el 2 de abril del pasado año en el XX Congreso extraordinario de la organización. Y Feijóo concita los parabienes de unos y de otros. Mantiene una relación cordial —pero no tan íntima como se ha asegurado— con Mariano Rajoy, e igualmente de respeto y fluidez con José María Aznar. El nuevo presidente del PP —elegido por aclamación— representó la oportunidad del acercamiento. En primer lugar, por la expectativa que despierta en las bases de la organización y en sus cuadros y, en segundo, por la necesidad de concentrar todas las energías en relevar en las urnas a Pedro Sánchez. Y porque las rencillas quedan lejanas en el tiempo y es hora de acumular fuerzas contra el proceso destituyente en curso.
Feijóo da el volantazo de la derecha sobre el aborto
«La gestión de Feijóo fue relativamente fácil: llamó a los dos, les explicó lo que deseaba y ambos se avinieron. La cercanía entre Rajoy y Aznar no fue impostada y se comportaron en público como en privado», explica un estrecho colaborador del presidente del PP, que añade el detalle de que «hasta Ana Botella estuvo en Valencia en la primera fila». Los discursos del uno y del otro en la convención fueron complementarios siempre con la energía más ideológica de Aznar y con la capacidad didáctica y expresiva de Rajoy. Luego, la fotografía de los tres fue la de la reunificación de las familias del PP, enviando un mensaje «muy potente a nuestras bases, cuadros y electorado: estamos reagrupados y dispuestos a dar las dos batallas electorales, municipales y autonómicas y generales».
Según el criterio de personalidades representativas de unos y otros, la intermunicipal de Valencia fue de «sustancial importancia» porque aglutinó al partido en el momento más bajo de la coalición de Gobierno de Sánchez y con todas las encuestas —menos la del CIS— augurando una victoria popular. «Feijóo lo ha conseguido», manifiesta uno de sus colaboradores y lo ha hecho «como el que no quiere la cosa, sin alharacas, sin declaraciones hiperbólicas, como a él le gusta hacer las cosas». Para muchos, la foto de los tres juntos, con los brazos de Feijóo sobre los hombros de Rajoy y Aznar, es el gran logro interno —y estratégico— del nuevo presidente del PP. Que además, «contrasta con el 40º Congreso del PSOE y con la celebración de los cuarenta años de la victoria del partido en las generales de 1982» (202 diputados) citas a las que acudió Felipe González «arrastrando los pies» y con la ausencia notoria de Alfonso Guerra.
En esta línea, el volantazo del presidente del PP aceptando la ley de plazos en la interrupción voluntaria del embarazo (adelantado en El Confidencial el pasado día 29), sin que, por el momento, se haya producido ninguna disidencia en la organización, muscula también el liderazgo de Feijóo, que ha impuesto «suave, pero firmemente su criterio», mientras decae el de Sánchez. Y esta cuestión —la del aborto— es estratégica en la reformulación ideológica de la derecha democrática española mediante la laicidad en este asunto siempre sensible en el electorado del PP. Y la izquierda, lo ha detectado.