PARECE QUE el único objetivo de los sediciosos catalanes es acabar con España. Por eso sus próceres reciben y halagan a terroristas y delincuentes, y machacan a los catalanes decentes. Uno de los integrantes de esa alianza de declarados enemigos del pluralismo político en Cataluña que caminan unidos con el único objetivo de dar un golpe de Estado a la democracia y privar al conjunto de los españoles del derecho a decidir sobre el futuro de nuestro país, la CUP, ha invitado a hablar en el Ateneo de Barcelona al terrorista Otegi, ése al que el presidente Zapatero llamó «hombre de paz» (después lo harían otros, como Iglesias) y cuya libertad defendió con ardor el candidato a secretario general del PSOE, Patxi López. Durante su intervención, además de mostrar su confianza en que el procés irá hasta el final, y de explicarles cómo lo habían hecho ellos, los terroristas, en el País Vasco, Otegi manifestó que «para España la solución democrática de Cataluña es una tragedia», que «el Gobierno de España ha vivido durante años cómodamente con el enemigo de la violencia» hasta que ésta «ha desaparecido». Y ha terminado afirmando que «hoy el Estado estaría encantado de que ETA volviera a la lucha armada». Todo eso ante tres diputados de la CUP, ese conglomerado que sostiene el Gobierno golpista de Cataluña.
Me cuesta encontrar las palabras adecuadas para describir la rabia, el dolor y la impotencia que me provocan las declaraciones de Otegi y el marco en el que las realiza. Me cuesta escribir superando la repugnancia que me merece un individuo capaz de despreciar de tal manera el dolor de las víctimas, que se atreve a afirmar que contra ETA vivíamos mejor… En el día en el que se conmemora el 72 aniversario de la liberación de los campos de exterminio nazis de Auschwitz-Birkenau, en el día en el que se recuerda y honra a los más de seis millones de personas masacradas por los nazis por el simple hecho de ser judíos, Otegi viene a demostrar con sus propias palabras hasta qué punto todo totalitarismo funciona de la misma manera y con la misma lógica. El totalitarismo terrorista vasco en cuyo nombre Otegi sigue hablando (al fin y al cabo él tiene las manos manchadas de sangre, tiene pedigree), ha practicado su particular limpieza étnica deshumanizando a todo aquel que condenaron a morir para que sus planes perversos y fascistas pudieran lograr el éxito. Igual que los nazis exterminaban al diferente por el mero hecho de serlo; primero lo difamaban, después lo señalaban como enemigo; más tarde lo marcaban; finalmente, lo eliminaban. Primo Levi explica en Si esto es un hombre, como esa deshumanización previa les permitía exterminar en masa sin escrúpulos a todo aquel que hubieran señalado como «enemigo de Alemania». ETA ha funcionado con esa misma lógica perversa y así, privándonos de nuestra condición de seres humanos, ha ido eliminando a lo largo de su historia de terror a todo aquel que suponía un estorbo para que triunfaran sus planes totalitarios. Unos han sido físicamente eliminados; otros han sido expulsados civilmente; otros se han tenido que marchar de Euskadi para poder vivir… ETA ha asesinado a «españoles» porque eran enemigos de esa sociedad vasca uniforme y «pura» que querían construir. Nunca han considerado que sus víctimas fueran un juez, un concejal, un sepulturero, un guardia civil, un periodista, un diputado… Para ETA las víctimas no tenían nombre, ni familia, ni apellidos…. Toda su condición humana había sido borrada previamente: eran enemigos de Euskadi, españoles… Y eso les hacía merecedores de ser asesinados.
Cada comunicado de ETA tras un atentado aplicaba esa lógica perversa: lo habían matado porque era un «enemigo del pueblo vasco». Su delito era ser un hombre que enterraba a los guardias civiles asesinados; o un joven que osaba ser concejal del PP en su pueblo; o un periodista que se atrevía a escribir la verdad de lo que ocurría en nuestra tierra; o un policía municipal que hacía bien su trabajo de detener delincuentes; o un socialista irredento… El hombre, la mujer, el niño (su historia, su vida, sus sueños…) quedaban ocultos tras el titulo: «Enemigos del pueblo vasco». Y así archivaban la historia.
Deshumanizar a las personas antes de asesinarlas es tan perverso como el hecho mismo de convertirlas en víctimas. Es igual de perverso pero aún más repugnante lo que ha vuelto a hacer Otegi al afirmar desde una tribuna, cómodamente arropado, que quienes han sufrido la persecución del terror, quienes han visto el miedo en los ojos de sus hijos cuando salían a trabajar protegidos por escoltas, quienes han enterrado a sus seres queridos tras ser asesinados, echan en falta la presencia activa de la ETA asesina, esa ETA que sigue entre nosotros aunque de momento prefiere pisar moqueta, estar sentada en las instituciones y dar conferencias a sus correligionarios.
Cierto es que las palabras de Otegi no son ninguna novedad y que muchas veces hemos sido insultados con frases similares por él y por gente de su calaña. Pero no por eso hemos de callar. Su discurso en el Ateneo, su mera presencia en ese foro, es repugnante; tan repugnante como la actitud de quienes le reciben y aplauden. Tanto como el silencio y/o el relativismo de quienes no se escandalizan por el hecho de que estas cosas sigan ocurriendo en nuestro país. El silencio cómplice de una sociedad vasca apesebrada (y del resto de España también) hizo que muchas víctimas de ETA escondieran su dolor e incluso mintieran a sus hijos sobre las circunstancias en las que «murió» su padre. Es el mismo silencio cómplice de «los buenos alemanes», que no vieron el humo ni olieron el hedor de los campos de exterminio. Los dramas de la historia siempre se repiten; por eso la mala gente suele triunfar gracias al apoyo silencioso de esa «buena gente» que no quiere mancharse las manos poniéndose del lado incómodo de la verdad. Esa buena gente que lo que quiere es «que le dejen en paz»…
SÉ QUE NO es políticamente correcto hablar ahora de estas cosas: ni de Otegi, ni de ETA, ni de las víctimas, ni del Holocausto, ni de los más de 300 crímenes de ETA sin juzgar… Mejor hablar de Trump; o de los líos de Podemos, de Errejón e Iglesias; o de esa reelección de Rivera en la que no se han molestado en dar a la tecla del ordenador ni el 35% de sus afiliados; o de la gira en plan Forrest Gump de los aspirantes del PSOE; o de Rajoy y sus predicciones meteorológicas… Mejor mirar hacia fuera de nuestras conciencias y no sentirnos concernidos; no vaya a ser que descubramos que formamos parte de esa masa silenciosa que consintió… Si te preguntan… pues ya dirás que no te parece bien… Pero como nadie te pregunta… En fin, que no sé si me da más asco que vergüenza que estas cosas pasen en mi país. Asco por el hecho; vergüenza por el silencio con el que se acoge esta nueva ofensa a la memoria y al dolor de las víctimas. No nos engañemos, todo forma parte del mismo proceso: primero, el terror; después, el blanqueo de la historia de ETA. Hasta el punto de que un dirigente político de la España democrática puede decir, sin que nadie se escandalice, que las víctimas echan en falta a sus asesinos…
Callar ante esta nueva ofensa es tanto como ayudar a que triunfe la mentira. No sé si siento más vergüenza que asco…
Rosa Díez es cofundadora de Basta Ya y de UPyD.