ANDONI PÉREZ AYALA-El Correo

Aún puede haber margen para la rectificación pero conviene recordar que el reloj constitucional está en marcha desde el 23 de junio y cada vez se aproxima más la fecha del 23 de septiembre

Como los malos estudiantes, hemos dejado para septiembre asignaturas pendientes. En este caso no son precisamente las clásicas ‘marías’, que pueden ser aplazadas sin problemas, sino las asignaturas clave del curso político, como la investidura y la formación del Gobierno. No han podido ser aprobadas en la convocatoria ordinaria de julio y, si tampoco podemos hacerlo en la próxima de septiembre, nos veremos obligados a repetir todo el curso entero. Con la consiguiente convocatoria de nuevas elecciones, repetición de otra campaña, previsible reiteración en ella de argumentos y reproches ya conocidos… y sin ninguna certeza razonable de que de los resultados de esos nuevos comicios y, sobre todo (a la vista de la reciente experiencia), de la gestión que se haga de ellos, vaya a surgir ninguna solución para los no pocos problemas pendientes.

Interesa llamar la atención sobre el hecho de que desde hace meses -en el pasado febrero se adopta la decisión de convocar las elecciones del 28-A- ya se sabía que en junio-julio tendríamos que examinarnos de las asignaturas que, a pesar de todo, nos han quedado pendientes para septiembre. Por tanto, ha habido tiempo más que suficiente para prepararlas debidamente. Sin embargo, durante todo este último cuatrimestre largo hemos estado distraídos con otras cosas o, al menos, no se ha dedicado la atención necesaria a la preparación de las asignaturas ya previstas de la investidura y el nuevo Gobierno y, cuando nos hemos dado cuenta, la fecha estaba encima. Entonces, también como los malos estudiantes, se ha actuado apresurada y atropelladamente, con el resultado de todos conocido, como no podía ser otra forma.

Conviene tenerlo muy en cuenta porque el próximo mes, como buenos repetidores, afrontamos el examen de las asignaturas pendientes con la amenaza en esta ocasión de que ya no hay otra nueva convocatoria de repesca, como ahora, y que de perder esta oportunidad habría que prepararse para volver a repetir todo (incluidas elecciones) de nuevo. Lo que no parece que sea la situación más envidiable desde la perspectiva de la normalidad institucional; más bien sería la manifestación de una anomalía institucional crónica que, con la colaboración de todos, forma parte ya de nuestro paisaje político y que, a juzgar por las actitudes que mantienen los principales protagonistas de este asunto, no va a ser nada fácil desprenderse de ella.

De todas formas, hay que decir también que no siendo lo mejor que nos puede ocurrir, tener asignaturas pendientes no es tampoco ninguna desgracia irreparable. Incluso hasta puede tener sus aspectos positivos -siempre hay que buscar el lado bueno de las cosas-, ya que puede servir para un conocimiento más a fondo de la materia; en este caso, de lo que hay que hacer (y también de lo que no hay que hacer) para formar un Ejecutivo estable capaz de gobernar efectivamente durante toda la legislatura. Todo es cuestión de tomarse en serio las cosas, dedicarles la atención debida y, sobre todo, poner los medios adecuados para conseguir el fin que se persigue. Esto, claro está, si es que de verdad existe el fin común de formar Gobierno sin tener que hacer nuevas elecciones; lo que, a la vista de algunas conductas y manifestaciones recientes, es bastante dudoso.

El principal problema es que no está nada claro que estemos preparando debidamente la convocatoria de septiembre, nada lejana ya, ni que vayamos a ser capaces de aprender de los errores cometidos en la reciente experiencia frustrada de la investidura, con el riesgo evidente de volver a repetirlos. Así se está poniendo de manifiesto en el comportamiento que están manteniendo los principales protagonistas del actual proceso en curso, en el que se están reproduciendo las mismas actitudes que dieron al traste con la fallida tentativa de investir al nuevo jefe del Ejecutivo. Aún puede haber margen para la rectificación, pero conviene recordar que el reloj constitucional está en marcha desde el 23 de julio y cada vez se aproxima más la fecha tope del 23 de septiembre.

No hay que olvidar que las asignaturas pendientes de septiembre se aprueban en agosto, que es cuando se preparan con tiempo suficiente porque, como saben bien todos los que tienen que repetir los exámenes este mes por no haber aprobado a la primera, las materias -y las que nos han quedado pendientes, menos aún- no se aprueban solas. Hace falta trabajarlas bien y dedicarlas el tiempo necesario, que no suele ser poco, sin dejarlas para la última hora, no digamos ya para el último minuto. Y tampoco vale hacerse trampas jugando al solitario, con la vana pretensión de hacer creer al personal que poniéndose de acuerdo consigo mismo y con los más afines, bajo el paraguas de la ‘sociedad civil’, se van a conseguir acuerdos políticos plurales, los únicos que pueden hacer posible la formación de ejecutivos estables.

Hay, por último, otra opción, que sorprendentemente está ganando adeptos, como es la de pasar de preparar la asignatura pendiente, desentendiéndose de la investidura, e ir directamente a la repetición de curso, tras otras elecciones, confiando en que de esta forma se van a ver reforzadas nuestras propias posiciones. El problema es que, sorpresas aparte nada descartables, no se sabe muy bien qué pueden resolver otros comicios. Es muy dudoso que con ellos se despejase la situación de bloqueo político en la que desde hace tiempo nos encontramos, y no precisamente por falta de convocatorias. Y lo que no ofrece ninguna duda es que después de esta nueva cita con las urnas no solo seguiríamos teniendo pendientes las mismas asignaturas, sino que, además, también seguiríamos teniendo pendientes los mismos problemas.