-SANTIAGO GONZÁLEZ-EL MUNDO
Se reconoce a los gobernantes inútiles por su actitud de sumisión a sus mandantes. El tipo que figura como presidente de la Generalidad, Torra Pla, se ve obligado a peregrinar a Waterloo para validar sus decisiones ante quien él mismo considera su principal y se ve revocado en ocasiones. La semana pasada se mostró tajante al advertir a Sánchez de que no le iba a aprobar ni a tramitar los Presupuestos si no había referéndum. A continuación fue a Bélgica, a que lo corrigiera Puigdemont: aprobar no, de momento; tramitarlos sí. El prófugo recordó a su visitante que tramitar las cuentas era competencia de los grupos de Esquerra y PDeCAT en el Congreso y el presidente dijo amén.
Pedro Sánchez pertenece al mismo género. El pasado viernes hizo aprobar en el Consejo de Ministras unos Presupuestos delirantes, que nos explicó la ministra portavoz flanqueada por Chiqui Montero y Nadia Calviño. Qué gran estímulo afrontar el fin de semana con el acicate los viernes de las ruedas de prensa de Celaá, abeja Maya en su país multicolor, explicando la necesidad de «huir del pasado en blanco y negro del que algunos estos días están teniendo bastante nostalgia».
Los Presupuestos con los que Sánchez ya se llevó un revolcón de la Comisión el pasado mes de octubre, que se mostró reacia a dejarse engañar, tratan de engañar ahora a los españoles y a los partidos que los representan.
En los tiempos que corren, con la desaceleración del consumo y la economía cuesta abajo, el doctor Fraude pretende convencer a la peña de que piensa recaudar 20.000 millones de euros más que el año pasado, lo que permitirá regar las inversiones en Cataluña hasta alcanzar el 18% de su peso en el PIB del conjunto de España. Y aquí es donde Sánchez se puso en registro Torra y viajó a Barcelona para dar cuenta a sus mandantes de sus gestos de buena voluntad para que le tramiten y, a ser posible, le aprueben después los Presupuestos.
Pues bien, esta inutilidad que hoy lleva el proyecto de cuentas para 2019 al Congreso, donde espera conseguir la aprobación de los golpistas catalanes, de los albaceas de la banda terrorista, los antisistema de Unidos Podemos y los nacionalistas vascos, considera que los votos de Vox a la investidura de Moreno Bonilla contaminan al PP y a Ciudadanos, a pesar de sus gestitos de asco. ¿Puede alguien con un mínimo de racionalidad considerar que cualquiera de los socios del Gobierno es más constitucionalista que Vox, a pesar del extravagante criterio que tiene al respecto Lola Delgado?
La democracia española ha pasado por momentos de mucho estrés, un suponer, dos golpes de Estado. Otro suponer, el infame pacto que en el verano de 1998 firmaron el PNV y EA con la banda terrorista ETA. En la misma línea cabe recordar el Pacto del Tinell y, ya en este tiempo, el cordón sanitario establecido en torno a Vox. Y no sólo para el Gobierno y sus socios. También para los medios de comunicación, para Ciudadanos y para algunos dirigentes del PP no estrictamente andaluces, aunque eso no les libra del ingenio lego que el mediocre Sánchez pide prestado al ocurrente Iván para llamarles voxsonaros.
Habrá que dotar a cada afiliado de unas tablillas de San Lázaro para que las hagan sonar a su paso y permitan apartarse a los elementos más sanos de la clase política, los puteros consumados con dinero público o los 3.405 enchufados en la Junta. ¿Es Santiago Abascal un hombre distinto al muchacho que iba acompañado de escoltas a la Universidad de Deusto? Puede, ya advertía Heráclito de lo del mismo río. ¿Es Ortega Lara el mismo hombre al que Bolinaga mantuvo 532 días en el zulo de Mondragón o ha empeorado ahora que milita en Vox? Es más, entre Bolinaga y su secuestrado, ¿con quién nos quedaríamos? Entre Bolinaga y Zaplana ya sabemos a quién prefiere la Justicia, pura asimetría.