Advertía Lakoff a los partidos de izquierda, que para él eran los buenos, de la conveniencia de no dejarse atrapar en el marco que le definían sus adversarios y ponía el famoso ejemplo de Nixon diciendo: “no soy un chorizo” cada vez que le mentaban el Watergate, y cuanto más lo decía más se le ponía cara de cantimpalo. “No pienses en un elefante”, recomendaba  Lakoff a los rojitos buenos, aunque quizá debió recomendar al Rey emérito que no pensara en la elefanta de Botsuana y ya, de paso que evitara todo pensamiento de Corina. No había que pensar en un elefante porque es animal lleno de significantes: sus cuatro toneladas, la trompa, los colmillos y el tamaño de sus apéndices auriculares. Se lo decía con cierta sorna Ava Gardner a Clark Gable en Mogambo al pasar junto a tres que barritaban trompa en alto a orillas del río por el que navegaban: “¿A quién me recuerdan esas orejotas?”

Bueno, pues nuestros socialistas han se han enterado por fin de lo que es el marco y han aprendido a definirlo y a obligar a sus adversarios de la derecha y la extrema derecha (el resto son cómplices suyos) a aceptarlo y a moverse en su interior. Y también a los periodistas, claro. De ahí que en muchas ocasiones nos veamos ante polémicas cuyas alternativas no son las que nos cuentan. Vamos con algunos ejemplos que puedan entender hasta los más discapacitados, pongamos que hablo de cualquier ministro de Sánchez.

El mayor escándalo que tiene planteado el sanchismo y el que más oposición está levantando es la amnistía a los golpistas catalanes. Es de común conocimiento que Pedro Sánchez Pérez-Castejón, envió a la vicepresidenta del Gobierno, Yolanda Díaz y al número tres del PSOE y secretario de Organización, Santos Cerdán, a negociarla con un prófugo de la Justicia, que escapó de la misma en el maletero de un coche. Una vez en la reunión, Cerdán se dejó fotografiar bajo una foto mural que exaltaba el golpe, con la imagen de la turba levantando una de las urnas del pucherazo del 1-O, aquellas que llevaban ya llenas de votos desde casa. Bueno, pues lo último es la contraargumentación del PSOE: También el PP se reunió con Junts. Y ahí tenemos a los  populares abundando en el argumento: solo fue un café, en vez de plantear las cosas en sus justos términos: Por una parte tenemos una negociación entre el Gobierno y el principal de sus apoyos parlamentarios con la cabeza de los golpistas, el fugitivo Puigdemont, a quien Sánchez había prometido traer a España para ponerlo a disposición de la Justicia. Estos golfos quieren equipararlo con la reunión entre un concejal popular del Ayuntamiento de Barcelona y un homólogo de Junts. Son incomparables en su nivel y también en su contenido. Que dos concejales se reúnan para hablar de política es perfectamente lícito. Que lo hagan gentes tan cualificadas (la vicepresidenta segunda del Gobierno y el número 3 del PSOE) con el jefe de los golpistas y prófugo no lo es y menos si es para negociar la amnistía, el señalamiento de los jueces y quizá el derecho de autodeterminación. El Rey convoca a los dirigentes de Junts, ERC, Bildu y demás purria análoga. Las reuniones no se han celebrado porque la purria no ha querido, pero habrían sido lícitas. El Rey no puede convocar a Puigdemont, el prófugo; tampoco Pedro Sánchez que está esperando a que su amnistía blanquee al tipo para poder recibirlo al igual que lo hizo con la tipa de Bildu que señalaba con negritas los nombres de los periodistas desafectos en la prensa abertzale.

Y ya que hablamos de Bildu, ayer contaba este diario los 136 homenajes que EH Bildu organizó para los terroristas de ETA encarcelados durante la negociación con Pedro Sánchez. “Es intolerable”, diría Hannibal Lecter. “Los tíos del PP se muerden las uñas”. Continuará.