Asunto interno

ABC 19/05/14
IGNACIO CAMACHO

· Ambiguos, esquivos, displicentes. Los cinco aspirantes a presidir la UE se pusieron de perfil ante la cuestión catalana

SI les hubiesen puesto delante la palangana de Pilatos se habrían lavado en ella las manos que acababan de estrecharse entre sí. Cinco eran, cinco, los eurocandidatos que debatieron el jueves en Bruselas pocas horas antes de que Arias Cañete se pusiera la zancadilla a sí mismo delante de Elena Valenciano. Los cinco aspirantes a presidir la Comisión. Una presentadora italiana les preguntó por la tensión independentista de Escocia… y de Cataluña. Y los cinco se precipitaron a sacarse la cuestión de encima con palabrería genérica y rodeos dialécticos, una ambigüedad evanescente y aérea, la cautela esquiva y cobardona de quien elude una materia incómoda. Un asunto interno, vinieron a decir con retórica tenue y desmayada. Eso, en el mejor de los casos.

Porque la representante de Los Verdes se pronunció de manera inequívoca a favor del presunto «derecho a decidir». El aspirante liberal, un holandés muy empático cuya lista representan en España PNV y CiU, también se mostró con ciertos circunloquios prudentes cerca de las tesis del soberanismo. Shultz, el socialdemócrata alemán, fue un paradigma de irresolución deliberada refugiado en los textos de las Constituciones nacionales. Y Juncker, el teórico aliado de Rajoy que en España se ha pronunciado con tajante firmeza sobre la imposibilidad de admitir en la UE a una nación desgajada de otro socio, se limitó a apelar con muchos miramientos a la neutralidad comunitaria y añadió con sorprendente franqueza que «sería sabio no implicarse» (sic). Sólo el neocomunista griego Tsipras tuvo el gesto de honestidad de decir que su prioridad es la crisis, que los nacionalismos nunca conducen a nada positivo y que no le parecía buen momento para andar removiendo fronteras. Todos se sacudieron la pregunta con el doble lenguaje y el fastidio displicente de un manifiesto engorro, bien lejos en todo caso de la contundencia rigorista de Durao Barroso. Y desde luego allí no pareció en ningún momento que la causa separatista vaya a encontrar muros insalvables en la Eurocámara.

No fue nada alentador ese aburrido debatillo sin apenas eco en nuestra opinión pública interna. Aquí estamos muy entretenidos con el ruido de la bronca trincheriza y los torpes enredos de Arias con el machismo. Mientras la campaña se crispa por la sobreactuación de la izquierda en torno a ese desliz inoportuno y desmañado, los portavoces de las mayorías políticas europeas se ponen de perfil con calculada indeterminación ante el principal problema de España. Que no es la desafortunada opinión de Cañete sobre la inteligencia de las mujeres sino el desafío independentista que amenaza con romper la nación y su equilibrio constituyente en el momento más delicado. Poco hay que esperar del Europarlamento si las cosas se ponen feas. Pero qué puede concernir a los europeos lo que parece haber dejado de importarnos a los españoles.