LA RAZÓN 13/12/12
Editorial
El 11 de diciembre de 1987, ETA cometió una de las acciones más execrables de su ya de por sí sanguinaria historia. Veinticinco años han transcurrido desde el atentado contra la casa cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza, en el que fueron asesinadas once personas, entre ellas cinco niñas, y más de 80 resultaron heridas. Las imágenes de aquellas jornadas, de los ataúdes blancos, de familias desgarradas, quedaron grabadas para siempre en la memoria colectiva del país. Y ahí deben permanecer. Tenemos la obligación de no olvidar de dónde venimos ni quiénes fueron, y son, los culpables de tanto dolor ni de que, como en el caso del autor intelectual de la matanza de Zaragoza, «Josu Ternera», sigue en libertad y huido de la Justicia. En este cuarto de siglo, la lucha antiterrorista ha pasado por etapas y altibajos, con demasiadas fechas señaladas en recuerdo de otras víctimas inocentes, pero también con muchos días de éxitos contra la banda. Sin embargo, aquella lejana jornada de diciembre tiene como denominador común con la actual el que ETA continúa viva. Conserva las armas, los explosivos y su capacidad para matar. La amenaza se distingue con claridad cuando la bruma cegadora del anuncio del cese definitivo de la violencia se dispersa y cuando la retórica interesada y falaz del «proceso de paz» calla. Es cierto, desde luego, que el magnífico trabajo de las Fuerzas de Seguridad del Estado y la Justicia han debilitado la capacidad operativa de los terroristas en estos años hasta reducirla extraordinariamente, pero no lo es menos que ETA no se ha rendido ni se ha disuelto ni ha perdido perdón ni mucho menos ha colaborado en la resolución de decenas de atentados sin resolver. En este punto, LA RAZÓN adelanta hoy que la dirección etarra está preparando a sus bases para que entiendan y compartan la necesidad de volver a cometer atentados ante el parón del proceso. En las últimas semanas ETA ha endurecido notoriamente sus posiciones públicas y la ruptura del alto el fuego es una opción que ha ganado adeptos entre los pistoleros. Puede que la banda haya interiorizado al fin que el Gobierno no cederá ni negociará nunca, que no habrá amnistías ni excarcelaciones masivas, que los presos cumplirán íntegramente sus condenas, que el resto de sus objetivos no se cumplirán y que tendrán que darse por satisfechos con el poder institucional que ocupan y que cualquier día podrían perder. El ministro Fernández Díaz explicó de nuevo ayer la posición de los demócratas en el homenaje a las víctimas de la casa cuartel de Zaragoza: «No ha habido conflicto ni presos políticos ni proceso de paz, sino una banda criminal para cuyos miembros no existirán santuarios en ningún país». Los verdugos y sus cómplices no tienen más futuro que la prisión. Los 31 terroristas detenidos este año ya lo saben. Es cuestión de dignidad y de justicia con aquellos ataúdes blancos y tantos otros.