Juan Carlos Viloria-El Correo

  • Del colapso puede surgir el populismo lepenista o el de extrema izquierda complaciente con Putin y con Hamás

La República francesa está empantanada en una crisis sistémica, ofreciendo el penoso espectáculo del juego partidista, con una clase política sumida en una absoluta mediocridad y falta de visión de estado. Un presidente, Emmanuel Macron, que se resiste a marchar a pesar de la ingobernabilidad de una nación, sin Presupuestos, con el timón del Ejecutivo cambiando de manos, acumulando una gigantesca deuda, intensificando la polarización social y el malestar en la calle.

El viejo sueño de Le Pen a punto de hacerse realidad porque ante el caos, la pérdida de «la grandeur», la inmigración en carne viva y la voladura del centro político, uno de los suyos puede llegar al Elíseo. La izquierda, dividida en una constelación de formaciones, no se resigna a que el estado de súper-bienestar que disfrutaban las clases medias y populares durante los años de champagne y rosas, deje paso a la austeridad y la jubilación a los 64 años.

El penúltimo primer ministro, el centrista, François Bayrou, se tuvo que marchar porque la opinion pública y todo el abanico político se le puso enfrente, cuando anunció la supresión de dos días festivos al año. De momento, los intentos de moción de destitución del presidente de la República, han fracasado. La constitución en su artículo 68 prevé que el presidente solo podrá ser destituido en caso de incumplimiento de sus funciones. Pero hasta ahora solo la extrema izquierda ha votado en la Comisión de la Asamblea Nacional a favor de la destitución, aunque a medida que los más fieles a Macron se muestran partidarios de adelantar las elecciones presidenciales, todo puede pasar.

El ambiente crepuscular de la República se intensifica con el ex-presidente Nicolás Sarkozy a punto de entrar en prisión por financiación ilegal. Las clases pudientes buscan refugio en el extranjero temerosas de tener que pagar con sus impuestos el exceso de la deuda del estado de bienestar.

Del caos puede surgir el populismo de la extrema derecha lepenista que lleva décadas calentando motores o el populismo extrema izquierda que se ha mostrado complaciente con Putin y con Hamás. Según A Duhamel, Macron sabe muchas cosas de la vida, pero nada de política y odia a los partidos. El 70% de sus compatriotas cree que es el culpable del colapso de Francia y debe dimitir para impedir el efecto bola de nieve que podría incluso llevar a Francia a necesitar un rescate como Grecia. La última maniobra, obligando a Lecornu a volver y frenar la reforma de las pensiones, solo retrasará las legislativas adelantadas y, entonces, se abrirá la caja de Pandora.