Editorial-El País
Los errores de PP y PSOE impulsan al partido de Rivera en las encuestas
Ciudadanos rompió el 21 de diciembre los moldes electorales catalanes, convirtiéndose en el partido más votado. Ahora, el sondeo de opinión elaborado por Metroscopia para este periódico señala a la formación de Albert Rivera en importante ascenso, con capacidad de superar en votos a los dos partidos hegemónicos a escala nacional. Se trata de una foto coyuntural del estado de ánimo de los votantes sin traslación a unas elecciones generales que, por otra parte, no se perciben próximas, pero que constata el potencial de este joven partido para atraerse tanto a los votantes del PP desencantados con la parálisis política forzada del Gobierno de Mariano Rajoy como con los bandazos e inconsistencias del PSOE y el fracaso de la fórmula Podemos.
Al igual que ha ocurrido en Cataluña, el principal damnificado del empuje de Ciudadanos es el partido gubernamental. La ausencia de impulso político e ideas innovadoras que atenaza al PP es, seguramente, la razón principal del desánimo que se extiende en buena parte de su electorado. El partido de Rajoy, acorralado por la corrupción y ensimismado en la crisis catalana, solo logra pactos puntuales por intereses partidistas, incumple en ocasiones los alcanzados y se muestra —y esto es lo más importante— incapaz de presentar a la sociedad española un proyecto de futuro capaz de ilusionar.
Desatendiendo a la exigencia de renovación y reformas, el PP está dejando el campo libre por el centro, lo que se suma a la incomparecencia de un Partido Socialista víctima de un liderazgo inconsistente y de la falta de un posicionamiento claro y convincente, bien respecto al nacionalismo periférico, al modelo de Estado o a las reformas necesarias para la sostenibilidad del Estado de bienestar. La izquierda pierde fuerza en España, con un PSOE desdibujado y un Podemos que prefiere navegar las aguas del populismo y el radicalismo que las del progresismo. Sus veleidades nacionalistas, su división interna y la ausencia de una estrategia sólida de oposición ha convertido a Unidos-Podemos en una fuerza irrelevante castigada en las urnas en Cataluña y perdedora de apoyos a escala nacional en los sondeos.
Pero sería injusto achacar el éxito creciente de Ciudadanos solo a la torpeza de las formaciones rivales. El partido de Rivera, nacido hace poco más de una década, ha sabido conquistar las simpatías políticas del electorado urbano, educado, nutrido de las clases medias acomodadas y digitales y, sobre todo, sin aversión a los cambios. Según el sondeo de Metroscopia, el partido está siendo capaz, además, de ensanchar su electorado transversalmente con líderes bien valorados que no producen rechazo entre los electores de PP o de PSOE.
Gracias a su talante pactista y pragmático y aupado por la crisis catalana y su firme defensa de la España constitucional, Ciudadanos ha conseguido representar a una España centrista, reformista y dinámica. Su principal escollo es su falta de experiencia de gobierno, lo que lastra la credibilidad de su proyecto y, llegada la hora de las urnas, puede hacer dudar a sus potenciales votantes. Despejar esas dudas, lograr esa experiencia, comprometiéndose a gobernar allá donde pueda, y mantener los apoyos logrados es ahora su principal reto.