Santiago González-El Mundo
En la víspera del día D, la Guardia Civil detuvo al tipo que dio una patada en la cabeza a un guardia civil caído, en una de esas gestas que tanto emocionan a Pablo Iglesias. El joven está acusado de delitos de atentado a la autoridad y resistencia, desobediencia y amenazas. El detenido se lamentó ante los agentes que el hecho le iba a perjudicar en su intención de opositar a una plaza en los Mozos de Escuadra. ¡La naranja mecánica! Es una anécdota esperanzadora. El detenido cree que su patada va a ser un inconveniente más que un mérito para ser parte de la tropa de Trapero.
El que fuera director de The Guardian hace 20 años, Peter Preston, apenas tardó ocho días en percibir las mentiras de Puigdemont y su tropa y que los 893 heridos que contabilizó el consejero de Sanidad, Antoni Comín, eran solo dos, que las fotos de los heridos eran de otras ciudades, otras épocas ¡y hasta otras policías! Que los dedos rotos, uno a uno, de la concejal de ERC que él dio por fracturas eran una simple capsulitis.
Su padre, Alfonso Carlos, confundía el Partido (comunista) con la Iglesia (católica), al Che con Jesucristo y a sí mismo con el Che. Tengo una memorable intervención suya en la que contaba una charla con el obispo Méndez Arceo y Ernesto Cardenal. Comín sometió a la consideración de sus contertulios un borrador que había escrito durante la noche y Cardenal le dijo: «Es perfecto. Parece inspirado por el Espíritu Santo». ¿Qué diría aquel pobre hombre de ese salvaje magreo a la verdad que es el procès, de ese atentado masivo contra el octavo mandamiento (no mentir)?
Basta leer las cartas cruzadas entre el jefe de los golpistas y el presidente del Gobierno. La sintaxis es una cuestión moral, lo dijo Valéry, y bien se ve que ese tipo está ayuno de una cosa y otra. La respuesta de Rajoy tal vez pudo producirse antes, pero nunca es tarde, es impecable y ya estamos en vísperas de que el Consejo de Ministros aplique el 155.
El PSOE, tan fiel a sí mismo, tan desleal con los españoles, quiere una aplicación del 155 «muy, muy limitada», según enfatizó José Luis Ábalos. Supongo que el Gobierno también quiere una intervención limitada. Yo mismo quiero una aplicación pequeña del controvertido artículo. ¿Y eso qué es? Pues la intervención mínima compatible con la eficacia. Es decir: que controle los desmanes de la Generalidad y que se acabe imponiendo la ley. Hay dos palancas con las que hacer avanzar este propósito: el control de las cuentas de los golpistas, que Montoro ya debe de tener a punto de caramelo, y el control de la seguridad en sentido amplio. En sentido estricto, asumir el mando de los Mozos. Hay quien se hace ilusiones con un plante de los funcionarios afines. No hay caso, es prácticamente seguro que querrán cobrar a fin de mes.