Juan Pablo Colmenarejo-ABC
- Sánchez no negocia, pide sumisión. El presidente juega a la política. Gobierna por decreto y cuela la paguilla del IPC a los pensionistas en la convalidación de la obligatoriedad de las mascarillas al aire libre
El ‘no es no’ inició todo lo que nos pasa. A Rajoy no le dio tiempo ni a sentarse en el sofá blanco de la sala donde cuelgan los cuadros de Miró en La Moncloa. Sánchez dijo ‘no’ antes de escuchar la propuesta de un gobierno de coalición tras haber obtenido el peor resultado en la historia del PSOE. Ni siquiera aceptó un café. Se levantó tan pronto que tuvo que esperar, sin abrigo, el retorno del coche, aquella fría mañana de diciembre de 2015, en la escalinata donde ahora se retrata con su Gobierno en multitud. El ciclo político inaugurado por Sánchez ha echado raíces y va para largo. El presidente simula cuando se acerca a Ciudadanos, a por sus votos desechables, como en las últimas prórrogas de la alarma inconstitucional. Volverá al cobijo de la mayoría Frankenstein, garantía de otros cuatro años para alcanzar el objetivo de una década en el poder. Sánchez se sabe atado, pero también libre. Sus socios, el prorruso Iglesias y las tres docenas de independentistas con plaza fija en el Congreso, le necesitan para seguir con la deconstrucción del 78.
El presidente exige un sí al PP, o una entregada abstención, sin mediar palabra, a la reforma de la reforma laboral de 2012. Sánchez no negocia, pide sumisión. El presidente juega a la política. Gobierna por decreto y cuela la paguilla del IPC a los pensionistas en la convalidación de la obligatoriedad de las mascarillas al aire libre. El presidente queda a la espera de Vox, y también viceversa. Cuanto más Vox y menos PP, mejor para Sánchez. La foto de Abascal en Madrid con Le Pen, líder de la ultraderecha francesa, el húngaro Orban, no muy lejos de Putin, y los dirigentes nacionalistas antieuropeos, regala otra coartada a quien gobierna con comunistas, hecho insólito en la Unión Europea, y pacta con partidos con sus dirigentes condenados por sedición o terrorismo. Sostiene el profesor Benigno Pendás, presidente de la Academia de Ciencias Morales y Políticas, que «España tiene una deuda histórica con la moderación». A la vista de los hechos no parece que vaya a ser el actual presidente quien la salde.