Tonia Etxarri-El Correo
Seguramente no llegará la sangre al río porque, ¿dónde van a estar mejor colocados los cinco ministros comunistas de Sumar que al abrigo de la Moncloa? Pero Izquierda Unida ha desenterrado su hacha de guerra. A su coordinador federal, Antonio Maíllo, el único coherente de esa formación, no le ha gustado nada la forma «unilateral» de actuar de Pedro Sánchez en la crisis del rearme. Como si no lo conociera. El caso es que tal ha sido la escenificación del enfado por el volantazo de la presidencia comprando munición a Israel y anunciando el aumento del gasto en Defensa que hasta la propia Yolanda Díaz, entretenida en justificar que Sánchez no vaya a acudir a las exequias del Papa Francisco, ayer tuvo que pedir una «rectificación inmediata» de sus compañeros de Interior y Defensa.
Veremos en qué queda lo que ellos mismos llaman «la mayor crisis» de gobierno. De momento, Sánchez se queda aguantando el chaparrón después de haber presentado planes de inversión en defensa sin encomendarse a Dios ni al diablo. Él solo. Por encima del Parlamento, de sus socios de investidura y de sus ministros de coalición. Permitiéndose hacer malabarismos con el dinero público sin tener los Presupuestos que debería presentar en el Congreso por prescripción constitucional.
Sobre el legado del Papa Francisco dejo el espacio, por humildad, a los expertos vaticanistas que, aportando sus reflexiones, se hacen oír, afortunadamente, por encima del ruido de tanto atrevimiento ignorante infiltrado en el periodismo canónico (que no, canónigo). Pero de su despedida habrá que dejar constancia de quiénes le han querido acompañar en el último adiós y quiénes, como Sánchez, prefieren pasar a la historia por su ausencia deliberada.
Del mayor cónclave de líderes mundiales que representarán a más de 170 países en el funeral del Pontífice el próximo sábado se ha borrado Sánchez, que no acompañará a los Reyes. De todas las interpretaciones a su ‘plante’ ha habido quienes se han maliciado sobre su actual incompatibilidad con Felipe VI desde los incidentes de Paiporta. Cuando Sánchez salió huyendo de la presión vecinal mientras los Reyes se quedaron aguantando el tipo. Pero sus ausencias vienen de lejos. Mucho antes de Paiporta. No solo tienen que ver con su alergia a los actos públicos por temor a los abucheos, sino que su manifiesta aversión a participar en actos religiosos de la Iglesia católica ha quedado en evidencia a lo largo de su mandato. Nunca se le ha visto en una misa. Ni en las conmemoraciones del 11-M. Ni en los homenajes religiosos a las víctimas del Covid. Ni, por supuesto, en la catedral de Valencia en el funeral por las víctimas de la dana.
Tampoco es casual que Sánchez -que se apresura con entusiasmo a felicitar, en las redes, a los musulmanes por su fiesta del Ramadán- rehúya hacer lo propio con la Navidad, llamándola por su nombre. Ya lo decía el historiador Fernando García de Cortázar: «Una izquierda adolescente y analfabeta enarbola la bandera engañosa del laicismo bajo cuyos pliegues se enmascara el más iracundo y avejentado anticatolicisimo». Esto es lo que hay. España, 2025.