Los austríacos han dicho no al populismo y otorgado la Jefatura del Estado al independiente Alexander van der Bellen, profesor de Economía de 72 años y antiguo líder de Los Verdes. Roto queda con esa decisión el espejo en el que se miraban los partidos anti-sistema que, como los personajes de Pirandello, buscan en la UE un escenario donde representar su obra.
«Me siento muy triste por no haberlo conseguido. Me hubiera gustado cuidar de nuestra Austria», fue la primera reacción del derrotado, Norbert Hofer, del ultraderechista Partido de la Libertad (FPÖ). Poco después, en una comparecencia televisiva junto a Van der Bellen, a quien durante la campaña le llamó «mentiroso», «rancio pasado» o «exponente de un europeísmo denostado», apeló a la unidad de todos por Austria.
A falta del voto por correo, cuyo recuento comenzará hoy, 24 horas después de la jornada electoral como prescribe la ley, Van der Bellen se asegura la Presidencia los próximos seis años con un 53,3% de los votos, frente al 46,7% de Hofer. Tan notoria es la diferencia que al candidato del FPÖ se queda hasta sin la noche de vértigo que auguraban las encuestas con empate técnico.
«Hofer ha rendido de forma inhumana. Ha sido uno contra todos. Pero esto no es el final de la historia», declaraba su jefe de campaña, Herbert Kickl. Ciertamente Hofer no tirará la toalla. Tras reconocer su derrota en unas elecciones que han mantenido en vilo a la UE y atraído hasta la capital austriaca a más de 800 periodistas extranjeros, anunció que concurrirá a las presidenciales de 2022 «por compromiso con sus votantes».
Antes intentará renovar su escaño de diputado en las legislativas como número dos del FPÖ, tras Heinz-Christian Strache, el bronco líder de un partido con más de 30 años de historia y siempre bajo sospecha por su discurso populista, racista, anti-inmigración y abiertamente xenófobo.
«No quisiera que Austria se convirtiera en el primer país de Europa occidental que cae en las garras del poder de una derecha demagógica. Convirtámonos el 4 de diciembre en la línea aérea que vuelve a llevar Europa en la dirección correcta», había afirmado Van der Bellen, en un llamamiento a los austríacos y sobre todo a los indecisos, el grupo que ha decantado los comicios.
«Esta campaña ha dividido a la sociedad austríaca y por esa razón mi primera tarea como presidente será cerrar heridas. Me hayan votado o no, seré el presidente de todos», fueron las primeras palabras de Van der Bellen.
Y será un presidente «pro-europeo, abierto al mundo, defensor de los valores y principios democráticos. Un socio fiable y cooperativo en la UE», agregó el presidente electo, colocándose una vez más en las antípodas de Hofer.
Sus funciones serán fundamentalmente de representación y ha prometido realizarlas sin sobresaltos, lo que en clave interna significa estabilidad para el resto de la legislatura. Hofer, por el contrario, nunca excluyó el uso de los poderes de la Jefatura del Estado para jugar al ratón y al gato con el Ejecutivo e incluso destituirlo si considera que no ejerce debidamente su trabajo, lo que supondría convocatoria de elecciones, una oportunidad para el partido FPÖ.
Van der Bellen no pondrá los palos a las ruedas que anticipaba Norbert Hofer. No vetará, por ejemplo, el acuerdo de libre comercio entre la UE y Canadá –el CETA– porque cree que el proteccionismo no cura los males de la globalización y la economía de Austria depende en un 40% del comercio exterior.
Y tampoco habrá giros imprevistos en política exterior. El primer viaje al extranjero de Van der Bellen será Suiza, Alemania o Bruselas. Hofer había elegido la República Checa, seguida de los vecinos del Este y Rusia.
Y es que otra de las constantes en los movimientos populistas que transitan a éste y al otro lado del Atlántico en busca de gobierno es su atracción por Moscú. Lo demostró Donald Trump en EEUU al alabar la figura del presidente Vladimir Putin, lo hace la formación populista de derechas Alternativa para Alemania (AfD), que pide el fin de las sanciones a Rusia y lo ha hecho el FPÖ.
Más aún, Hofer ha minado la política comunitaria en los Balcanes buscando alianzas con el grupo de Visegrado. Ha cuestionando la independencia de Kosovo y apoyado la de la República Serbia de Bosnia-Herzegovina, un guiño a los 400.000 austriacos de origen serbio y rusos que viven en el país.
Las elecciones celebradas este domingo en Austria con la victoria de Van der Bellen aportan estabilidad en tiempos revueltos y ponen término a uno de los procesos electorales más largos y accidentados de la historia reciente. Arrancó el pasado 24 de abril con seis candidatos a la Presidencia, de los que cuatro quedaron eliminados. Hofer y Van der Bellen concurrieron a la que se suponía sería la segunda y definitiva ronda el 22 de mayo, en la que Van der Bellen ganó a Hofer con un 50,3% de apoyos frente al 49,7%. La victoria fue efímera. El FPÖ impugnó los comicios por irregularidades en el escrutinio y el Tribunal Constitucional le dio la razón. La repetición de las elecciones se fijó para el 2 de octubre, pero la convocatoria se pospuso al 4 de diciembre porque se descubrió que la tira adhesiva de los nuevos sobres electorales no pegaba.