Javier Caraballo-El Confidencial
- ¿Por qué escondes tu ideología? La honestidad de un líder empieza en la definición de su ser ideológico. ¿Qué coño es eso de Sumar?
Dilecta Yolanda, te escribo esta carta con el ánimo sincero de sumar, que es lo que buscas y proclamas, y para decirte en la primera línea que ya has empezado equivocada. Hablo de sumarme a ti, Yolanda, no a tu plataforma; quiero sumarme a tus ambiciones políticas para aportarte el poso de experiencia que acumulé en la vida. Mil veces repetí que yo no estaba en política para ser simpático, sino para decir lo que pensaba, y eso hago ahora. Tengo la legitimidad histórica y documental de haber sido el primero que intentó la unión de la izquierda real en España, hace casi cuarenta años, cuando tú no eras más que una niña y vivías en San Valentín, esa cooperativa obrera junto al astillero de Astano, en la ría de Ferrol, que te marcó para toda la vida.
Ya sabes que yo nunca fui de fetiches ni de idolatrías, pero eso no me impide que reconozca en ti la emoción de haber mamado la conciencia obrera en aquel barrio, con tu padre, con sus amigos, con tu gente. Sé que eres sincera cuando dices que recuerdas el día que Santiago Carrillo te cogió la mano y te la besó; solo tenías cuatro años y nunca lo has olvidado. Lo entiendo, Yolanda, y aunque no sea un sentimiento político, me enternece y me lleva a aconsejarte cuando, como ahora, te veo errada. Eso de Sumar, por ejemplo, ahí está la primera equivocación. ¿Por qué escondes tu ideología? La honestidad de un líder empieza en la definición de su ser ideológico. ¿Qué coño es eso de Sumar?
Existe un miedo tremendo en la izquierda a decir claramente que somos rojos. A mí, sinceramente, siempre me causó risa esa tontería de la ‘izquierda plural’ como si fuera una gaseosa. Por eso, salvo alguna excepción, cuando dejé la primera línea de responsabilidad de la política me negué a hacer campaña en ningún sitio. Yo no podía hablar de la izquierda plural sin que se me corriese el maquillaje porque es que no me lo creía; ni tampoco podía decir eso de que hay que acabar con la derecha con el apoyo del PSOE. No servía para eso, se me notaba y me daba un ataque de risa. Podrás decirme que yo también oculté en su día las siglas del Partido Comunista, y quizá merezca ese reproche, pero reconocerás que fue el primer intento, el virginal, y que lo hicimos para fundar una nueva formación, Izquierda Unida, plenamente identificada con su ideología. Desde entonces, tienes que haber aprendido tanto que no se te puede disculpar que incidas en todo aquello que hemos experimentado como un grave error. Y en todo caso, más a allá de todo esto, basta ya de ocultar la ideología y las siglas en nuevas plataformas como una muñeca rusa.
Estoy seguro, Yolanda, que recordarás las muchas veces que dije que a mí los políticos no me interesaban, que me interesaba la política como proyecto. Yo entré en un partido por un proyecto concreto, no por ninguna vanidad personal. Por eso, fui tan laico en política; por eso, acuñé lo del ‘programa, programa, programa’. Si alguien de izquierdas se me acercaba y decía que me iba a enseñar el carné, yo le respondía que se lo guardase, que no quería ni verlo. El programa, lo concreto, eso es lo importante, y déjame que te diga, apreciada Yolanda, que esa es tu principal carencia. Hay quien ha sugerido, al verte hablar de todo y de nada, que tus discursos eran como la letra de una canción de Macaco, que no van más allá de cuatro eslóganes, con desdoblamiento de género, muchas sonrisas y mucha paz. «Tudo bem, tudo bom». Energía positiva, todo bien, todo bueno… Vayamos a lo concreto, a lo palpable, a los problemas reales. Ya sé que esta es la época del carisma, la imagen, la moda, pero yo creía en otro tipo de política y si tú piensas lo mismo, eso implica nadar contra corriente. La política no tiene que vender. Yo, que siempre fui antimercado, no iba a traicionarme en eso.
Tienes que preguntarte qué valor tiene ser comunista, qué sentido tiene la izquierda y, lo que es más importante, a qué llamamos izquierda. En este siglo XXI, estos planteamientos o se los hace la izquierda o la izquierda terminará desapareciendo, como de hecho está ocurriendo. ¿O es que no lo estás viendo? No hagas política para la galería, para los titulares, para los progres que te adulan, que eso es un camino de perdición y de falsedades. Acuérdate de una antigua camarada, Rosa Aguilar, cuando yo le decía que era una magnífica portavoz, con grandes cualidades de parlamentaria. Pero eran cualidades teatrales y solamente con la aparición teatral no se sostiene un líder político. Por eso, no es extraño que Rosa acabase como acabó su cerrera política. No digo más. Tampoco merece la pena. Quiero simplemente que lo recuerdes para que te mires a ti misma como vicepresidenta de un Gobierno y para que te preguntes qué estás haciendo ahí. A veces solía repetir que, para muchos, gobernar desde la izquierda, era como aquel que le daba una patada a un gato y decía: «¡Esto es lo que hago yo con los tigres!». Seamos serios.
He mencionado antes la palabra traición y aquí, Yolanda, tengo que detenerme. Cuídate de las puñaladas de los tuyos, que son las peores. Decirlo, lo dijo un alguien tan de derechas como Churchill, pero porque, en esos mismos años, ningún comunista se le hubiera ocurrido a frivolizar con las divisiones y las disidencias en tiempos de Stalin. Los peores ataques que sufrí, los más dolorosos, los más tristes, fueron los ataques alimentados desde el interior de la propia Izquierda Unida, que nunca fue homogénea ni coherente. Veo que tú vas por el mismo camino. Desde sus orígenes, el discurso de izquierda Unida siempre arrastró un ‘contra discurso’ interno, amparado en banderas de diferentes nombres, pero idéntico contenido: ‘juntos podemos’, ‘la casa común’, ‘la izquierda plural’… El runrún de la ‘unidad de la izquierda’ ha sido siempre recurrente, pero ocultaba un constante boicot interno de gente cuyo deseo nunca fue otro que el de compartir las mieles con el PSOE, aunque para eso hiciera falta renunciar a todo proyecto de transformación social digno de ese nombre. Si no vas a crear nada nuevo, no sumes equivocaciones. No sumes traiciones, no sumes eslóganes, no sumes naderías. Quédate con tus recuerdos de niña roja en aquel barrio obrero que serás más feliz.
[Inspirado, como homenaje, en las «Auténticas entrevistas falsas» del maestro de periodistas Víctor Márquez Reviriego, y escrito a partir de citas textuales de entrevistas de Julio Anguita].