Maite Pagazaurtundua, DIARIO VASCO, 11/7/11
O viceversa. O errores y engaños. Porque pocas cosas son más difíciles que la asunción de responsabilidad.
Hay disciplinas humanas, claro, para las que se buscan protocolos que minimicen la mala evaluación, el error en la acción y la mentira posterior. Por eso la formación en profesiones esenciales requiere un enorme esfuerzo económico y personal. Y aún así ocurren cosas como las que siguen. Tal vez sea un misterio cómo miró la radiografía el cirujano, pero al ciudadano le eliminaron el menisco sano. Al día siguiente le extirparon el otro y le indicaron que le habían dejado niquelado.
Ocultar, que no se note, es una tentación espontánea que requiere un enorme esfuerzo, pero hay otro tipo de problema y se refiere a cómo reaccionan quienes tienen alguna función en una cadena compleja cuando la realidad objetiva se enfrenta con sus esquemas. Y pasa con operarios implicados en actividades como la sanidad y -por supuesto- en la política.
En el mes de agosto del año 2000, cuando un varón de setenta y tres años agonizaba en una cama de hospital donostiarra con un coma profundo una pareja de celadores entraron a sentarlo. Su hija tuvo que sacar fuerzas de flaqueza para indicarles que le dejaran estar, que había entrado en un coma irreversible aquella madrugada, unas horas después de la emisión de su hoja de servicios, lo que ahora para cualquier cosa llamamos hoja de ruta. Y se resistían. La habitación era compartida y en otro momento de la mañana se fue para adentro un barbero porque según su hoja de ruta debía afeitar al agonizante para preparar su operación. Y se puso a ello, mientras, cada vez más débil la hija que sólo buscaba un poco de paz le indicaba que no le iban a operar, que se trataba de un sarcástico error. El barbero rogó finalizar el afeitado y se fue, pensando quién sabe qué.
El agravante para la política es que no existe una meritocracia adecuada y toda la sociedad debe soportar determinadas hojas de ruta llenas de errores. Aeropuertos sin tráfico, estaciones de tren lujosas vacías, auditorios para grandes eventos culturales y palacios de Congresos multiplicados hasta el absurdo. Y en lo conceptual es peor, porque verdad y mentira parecen lo mismo en el corto plazo. Hace pocas semanas un bendito político socialista vasco refería su optimismo tras la calamidad electoral. Podría ser una ilusión óptica, pero me pareció engullido por un sistema más refractario a la verdad que el cirujano del menisco, que los celadores y que el mismísimo barbero. Introduciendo la variable de la interacción con los tahúres de la vieja y nueva Batasuna inducía al temblor. No sólo a eso, ciertamente.
Maite Pagazaurtundua, DIARIO VASCO, 11/7/11